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El caso Garzón > Fernando Fernández

Como creo que tendremos caso Garzón para rato, escribo sobre este exjuez condenado por prevaricador y con algún otro asuntillo pendiente con la justicia. Adelanto que no añadiré argumentos a favor ni en contra de la sentencia que le ha condenado y también confieso que nunca me gustó este personaje. Ni ahora cuando es aclamado por la izquierda extrema y apoyado por la otra izquierda sin rumbo; ni antes, cuando realizó espectaculares operaciones contra los capos gallegos de la droga y fue aplaudido por todos; o algo mas tarde, cuando sus no menos espectaculares decisiones sobre los etarras o los GAL y era jaleado por la derecha. Nunca me gustó y menos aún después de verle actuar de cerca, con un vedetismo impropio de alguien medianamente equilibrado, cuando coincidí con él en un seminario organizado en Colombia sobre la situación en aquel país que lucha por derrotar al terrorismo de todo signo. Me parece el paradigma de lo que en mi idea nunca debe ser un juez, alguien que debe administrar la justicia que en mi imaginario aún veo como la divinidad que los romanos representaron por una mujer de ojos cubiertos con una venda, una espada en una mano y una balanza en la otra. La vida, es decir, mis años, no me permiten ya ser un ingenuo, pero quiero seguir pensando que en el estado de derecho, es decir, en las democracias, la justicia debe ser reflejo de aquella referencia mitológica que Roma, cuna del derecho y de la civilización occidental, quiso representar de aquella manera.

Garzón, con sus virtudes y defectos, con sus aciertos y errores, es la contrafigura de aquella imagen de la justicia que deseo. Podría haber optado por otra actividad en la que habría tenido similar proyección mediática y disfrutado de idéntica fama a la ganada como juez. Incluso como futbolista, cuando jugaba de portero en aquellos partidos contra la droga organizados por Luis del Olmo hace algunos años. No era un Iker Casillas, pero no lo hacía del todo mal. Pero la situación que padecemos ahora en España y que, entre otros, ha propiciado el mismo Garzón, le invalida como juez. Sus actuaciones han contribuido al regreso de las dos Españas, algo que habíamos creído superado. Por ejemplo, si yo escribiera a favor del ciudadano Garzón a raíz de la sentencia unánime de 7 magistrados del Tribunal Supremo que le ha condenado severamente, sería criticado por la mitad de la ciudadanía. Si hiciera lo contrario, la otra mitad me descalificaría y seguramente pensaría que mi opinión es consecuencia de que soy un facha.

He seguido la polémica suscitada por la primera sentencia que le ha condenado y me temo que aún padeceremos el culebrón Garzón para rato. Mi sentimiento sobre ello es de cierta tristeza. Cada opinante se ha situado en una trinchera desde la que dispara contra el enemigo que está al otro lado del frente. Debo decir que suscribo de la A a la Z la ecuanimidad de lo escrito aquí por Leopoldo Fernández sobre Garzón, el pasado día 11 de febrero. Creo sinceramente que Garzón padece una egolatría que le invalida para impartir justicia. Qué ha utilizado su condición de juez en función de lo que en cada momento creyó mas conveniente para su mayor proyección publica. Ahora que lo ha conseguido y que ha sido expulsado de la carrera judicial, debería aprovechar su fama para dedicarse a otra cosa. Por ejemplo, a la política y ver si, ahora sí, consigue ser ministro. O tal vez hasta presidente de la III República Española, porque la vanidad de Garzón no tiene límite.