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El castigo de vivir en situación límite > Luis Padilla

El Tenerife de García Tébar aprobó en Cuenca su primer parcial. Pero el domingo ante el Albacete tiene una nueva prueba. Y lo que es peor: durante un tiempo va a afrontar de forma sucesiva varios exámenes de carácter eliminatorio. Si suspende alguno, repite curso. En Segunda División B, lamentablemente.

LA NOTA.
El nuevo Tenerife sacó una buena nota en su primer examen. No un sobresaliente, pero sí algo más que un aprobado. Durante una hora, mientras jugó con once, hizo un fútbol digno para una categoría como la Segunda División B y para un campo tan infame como el de La Fuensanta. Además, el grupo de García Tébar dio la sensación de saber a lo que quiere jugar: a presionar arriba, recuperar pronto el balón, juntar las líneas, mantener el equilibrio y, eso sí, atacar sin asumir riesgos, dejando siempre siete u ocho jugadores por detrás del balón y con un fútbol más directo que elaborado (salvo que el balón le llegue a Luismi Loro). No es una propuesta que como espectador me resulte agradable, pero en este caso las críticas están ligadas a una cuestión estética. Porque es obligado reconocer que, durante una hora, el equipo blanquiazul manejó bien los conceptos, mostró una actitud correcta y se sobrepuso a las dificultades que le plantearon el adversario y el césped. Marcó dos tantos, no concedió una sola ocasión de gol en su área y forzó un penalti que el árbitro no sancionó. A partir de ahí, después de que Tarantino se autoexpulsara, se limitó a sobrevivir. Y aunque se olvidó de jugar, no conviene olvidar que logró sobrevivir. Y sumar tres puntos.

LA EXIGENCIA. Aprobado el primer examen, el nuevo Tenerife tiene también que aprobar el segundo. Y el tercero. Y el cuarto. Y el siguiente. Y… El grupo de García Tébar se va a ver obligado a jugar bajo una brutal presión como castigo a su mala primera vuelta y a los pésimos resultados obtenido en la recta final de la etapa Calderón, quien dejó al equipo a una distancia sideral del primer puesto y fuera de la zona de ascenso. O lo que es lo mismo: el Tenerife está obligado a crecer y reconstruirse mientras juega sin red y sin margen para el error. En estas circunstancias, García Tébar ha asumido el mayor desafío de su carrera deportiva, un reto mayúsculo que le va a exigir respuestas precisas ante situaciones que le resultan desconocidas. Y ante las que sería bueno que contara con el apoyo de la mayoría de los aficionados. El pasado reciente autoriza a estos seguidores a todo: a la crítica moderada, al enfado rotundo y hasta a la indignación estentórea. No caben reproches para quienes siguen fieles al Heliodoro tras haber recibido en los últimos años decepciones tan numerosas como dolorosas. Eso sí, sería conveniente no olvidar que los responsables están en el palco o en el césped. El señor que se sienta en el banquillo no tiene culpa. De momento.