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El Congreso se divierte > Juan Hernández Bravo de Laguna

La escena del Congreso de los Diputados, en la que un Alfredo Pérez Rubalcaba con la cabeza ladeada, desencajado en un rictus de máximo esfuerzo y con sus dos manos alrededor del cuello de Rosa Díez intenta estrangularla, fue obviamente una broma, y así ha sido presentada por los medios. Sin embargo, la explicación de la escena que ha dado la antigua militante socialista ya no es tan graciosa. Dice que el nuevo secretario general del PSOE le estaba explicando cómo se gana un Congreso de ese partido. “Así gané el Congreso” se supone que eran las palabras que ilustraban el ahogamiento. Y el gesto vale más que mil palabras. Porque, efectivamente, así se gana un Congreso de un partido español, y no solo del principal partido de la oposición. Y si no, que le pregunten a Mariano Rajoy lo que ocurrió en Valencia en 2008. Claro que los estrangulamientos son únicamente políticos y figurados, faltaría más. No estamos -todavía- en las repúblicas italianas del Renacimiento, esas repúblicas que Nicolás Maquiavelo conocía tan bien.

Pérez Rubalcaba ha conseguido el anterior fin de semana lo que la propia Rosa Díez intentó sin éxito en el Congreso socialista de 2000, en el que fue la cuarta en discordia sin opciones entre un José Bono favorito -y apoyado por el propio Rubalcaba-, que entró vencedor en el Congreso y salió derrotado (la noche antes de la votación tenía comprometidos los votos que le darían la mayoría), y un casi desconocido Rodríguez Zapatero, aupado por un grupo autodenominado Nueva Vía, que finalmente le dio la victoria por unos escasos nueve votos. El triunfo de Rubalcaba sobre Carme Chacón se ha producido por unos no menos escasos veintidós votos. Y estas apretadas victorias consecutivas nos indican que el Partido Socialista sufre una división interna que arrastra desde hace varios años y que no acaba de solventar. Una fractura que ya no solo afecta a la Federación Socialista Madrileña, tradicionalmente dividida, y que, a pesar de las apariencias y de los esfuerzos por disimularla, pasa factura a la larga. “He hecho una Ejecutiva más integradora que la de Rodríguez Zapatero” ha declarado Rubalcaba a la Cadena SER sobre la nueva dirección socialista, pero eso lo tendrán que ratificar los seguidores de la antigua ministra de Defensa y, en definitiva, los militantes del partido.

No ha sido suficientemente investigado hasta qué punto los votos que arañó Rosa Díez en la elección socialista de 2000, a la que concurrió sin tener ninguna posibilidad real, fueron en detrimento de Bono e impidieron su victoria. Lo cierto es que, una vez consumada su derrota, Díez se marchó del partido y fundó Unión, Progreso y Democracia, una formación que algunos presentan como la gran esperanza de la democracia española, y que después de su segunda aventura electoral ha logrado cinco escaños y un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados. No obstante, Díez lidera con mano de hierro su partido, en el que se lamina la menor contestación a su autoridad cesarista, lo que no parecen credenciales suficientes para pretender renovar nuestro sistema político.

“Me siento orgulloso de mi partido, pero no satisfecho. Tenemos que remozarlo”, ha señalado Rubalcaba, que, además, ha hecho un ejercicio de autocrítica al asegurar: “El partido tiene algo que no hace bien, y es que discutimos apasionadamente sobre nosotros antes de los Congresos y luego nos olvidamos. Ahora no va a ser así. Lo que hemos acordado lo vamos a llevar adelante”. Esto significa que el nuevo secretario general socialista reconoce que en el pasado su partido no ha cumplido los acuerdos de sus Congresos. Ha añadido que apuesta por la renovación del Partido Socialista para convertirlo en una formación “más abierta, transparente y con un militante distinto al tradicional”. Pero no ha aclarado en qué va a consistir esa apertura y esa transparencia, y qué significa eso de “un militante distinto al tradicional”.

Preguntado por asuntos de política nacional, Rubalcaba ha calificado de disparate la política de déficit cero, lo que nos pone en la pista de lo que le hubiese esperado a la economía española y a nuestra presencia en Europa si llega a ganar las elecciones. Se ha mostrado contrario a la huelga general y defensor de una reforma laboral pactada por sindicatos y empresarios. Y después, ha prometido ejercer “una oposición útil”, aunque sin dejar de criticar las medidas gubernamentales adoptadas en las últimas semanas en materia social (nueva ley del aborto o supresión de la asignatura Educación para la Ciudadanía). Según el líder socialista, eso significa que el Gobierno está utilizando la ideología para mantener alta la moral de sus partidarios. Por lo visto, piensa que solo su partido tiene licencia para gobernar desde la ideología y pretende que los vencedores de las elecciones no supriman o modifiquen unas medidas polémicas que, en su día, despertaron el rechazo de sectores importantes de la sociedad y que los populares se comprometieron a cambiar.

El Congreso se divierte o Der Kongress tanzt es una película alemana de 1931, una divertida comedia dirigida por Erik Charell que se desarrolla durante el Congreso de Viena de 1814, convocado tras la derrota de Napoleón, que aún daría guerra entre las islas de Elba y Santa Elena, para pactar un nuevo orden internacional y reordenar la política y el mapa de Europa. Un Congreso en el que, por cierto, España, para no variar, desempeñó un pobre y triste papel. La película narra en clave de humor cómo el príncipe de Metternich, ministro del emperador austríaco y anfitrión, hace todo lo posible para distraer a sus huéspedes, con la intención de que no asistan a las sesiones del Congreso y así le permitan hacer y deshacer a la medida de sus intereses.

El Partido Socialista acaba de celebrar un Congreso en el que ha elegido un nuevo secretario general y una nueva dirección partidista, y que, según todos los indicios, ha cerrado en falso. El Partido Popular celebrará su XVII Congreso Nacional los próximos días 17 a 19 de este mes en Sevilla, y en ese Congreso los populares elegirán también una nueva dirección, pero bajo el liderazgo incontestable de Mariano Rajoy. Pues bien, a diferencia del Congreso de Viena, una vez finalizados ambos Congresos, ambas direcciones permitirán a sus líderes hacer y deshacer a la medida de sus intereses, aunque no dejen de asistir a sus reuniones y no se diviertan mucho.