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El Fotógrafo > Aldo Rodríguez

Lo recuerdo casi desde que tengo uso de razón. En mi infancia y cuando corría aún en pantalón corto por las calles de Santa Cruz de La Palma, su presencia era constante.

Es de ese tipos de personas que se mimetizan con el paisaje del lugar donde viven y que probablemente por ser la sencillez y la humildad uno de sus principales rasgos, pasan totalmente desapercibidos.

De esta manera y cuando evoco los recuerdos de mi vida en Santa Cruz de La Palma, no hay momento relevante o histórico ya sea social, político o festivo en el que no recuerde su presencia.

Presencia que como digo es casi imperceptible para los santacruceros y mucho más para los foráneos, pero que sin embargo es de una gran importancia porque por sus ojos y por las lentes de sus cámaras ha pasado la historia de los últimos sesenta y siete años de Santa Cruz de la Palma y de la isla entera.

Sus archivos guardan el tiempo congelado en forma de imágenes, de fotografías memorables, que conforman el acontecer de la vida y el transcurso de los años de una isla que no lo vio nacer.

Como a él mismo le gusta decir: “yo no vine a la La Palma, a mi me trajo Franco, me trajo obligado como militar”. Nacido en Baeza, pero criado en Linares, el servicio militar obligatorio lo trajo hasta la isla de La Palma en los tiempos de la dictadura, sirvió en Santa Cruz de La Palma y en Los Llanos de Aridane. Bebió agua de los chorros de la fuente de la Plaza de España aunque le habían advertido que el beber de ese agua significaba olvidarse un poco de su lugar de nacimiento, de su familia y echar raíces en ese lugar, y como presagiaba el vaticinio, se enamoró y estableció su vida en la ciudad.

En los momentos de mayor dureza desde el punto de vista económico y como hicieron muchos palmeros, sopesó la posibilidad de irse a Venezuela a hacer dinero, pero el siempre pensó que su Venezuela era la Palma. También pensó en meterse en la Guardia Civil tras abandonar el ejercito, pero su padre le dijo: ¿Otro Guardia Civil en la familia? no por favor” ya que un primo suyo había seguido ese camino.

Un acontecimiento cambiaría su vida para siempre y fue la implantación del Documento Nacional de Identidad en España. Documento que sería necesario para situaciones tan simples y cotidianas de la vida como ir al cine. Para la tramitación de la obtención del mismo harían falta la conocidas fotos de carnet, que en aquellos momentos serían hasta seis e incluían fotos de frente y de ambos perfiles.

De esta manera comenzaría su periplo por los diferentes municipios de la isla de La Palma y también de La Gomera y El Hierro, donde contactaba con los alcaldes de los diferentes municipios y donde en muchas ocasiones acudía los días de celebración religiosa a las iglesias, a retratar a todas las personas que estaban interesadas en obtener su DNI.

Posteriormente comenzó su andadura de reportero, como él mismo se define, reportero gráfico trabajando especialmente para el Diario de Avisos, periódico palmero y decano de la prensa de Canarias.

Desde esa plataforma, sus instantáneas se hicieron incontables y desde retratar a personajes como Churchill o el propio Franciso Franco, hasta fotografiar momentos históricos como la presencia del Canaletas en el puerto de Santa Cruz de La Palma para acabar con la Semana Roja o las erupciones del San Juan o Teneguía.

Todo, absolutamente todo cuanto acontecía en nuestra isla, era detenidamente observado y fijado para siempre en la película y luego en el papel por el trabajo de este fotógrafo. Innumerables dignatarios, artistas de todo tipo, deportistas, políticos, etc. que venían a la Palma quedaron inmortalizados para siempre en sus archivos.

Pero no solo quedaba ahí su labor, las bodas, bautizos, comuniones y demás eventos cotidianos y tradicionales de la ciudad pasaban por delante de su cámara y su presencia por tanto en todos los ámbitos de la sociedad de Santa Cruz de la Palma era constante.

No ha tenido nunca coche, ni permiso de conducir, por lo que sus desplazamientos siempre han sido en taxi. Su uniforme de trabajo, su manera de vestir, siempre impecable de chaqueta oscura y como complemento una boina madrileña.

Vive donde lo recuerdo de siempre, en el Barrio de Calcinas, en el callejón, como decíamos los chicos. En una humilde casita terrera donde atesora un inmenso archivo-laboratorio fotográfico.

Las anécdotas se repetían una tras otra, con datos exactos de fechas, momentos, personas etc. frente a una copa de vino tinto en la Bodeguita del Medio, era como estar frente a un libro abierto de historia y un momento único e irrepetible era escuchar de su propia boca, con la sencillez y humildad que siempre le han caracterizado, todo un mundo de información privilegiada parte de la cual ya ha quedado plasmada en un libro que realizó tras cumplirse sus primeros cincuenta años como fotógrafo, con la colaboración de Luis Ortega y Manuel Plata y auspiciado por el Cabildo Insular, siendo motivo para una exposición en el Palacio de Salazar y cuyo compromiso de regalo nos ofreció de inmediato.

Gisela y yo apenas le interrumpíamos su fluida y a la vez casi inaudible conversación, escuchábamos casi con ceremonial respeto la voz de la experiencia desgranando, desde su la memoria aún intacta a pesar de los años, una tras otra las vicisitudes de una larga vida de una persona con una bonita profesión, la de detener el tiempo convirtiéndola en historia, estábamos escuchado nada menos que eso, la voz de la historia viva de Santa Cruz de La Palma en estos últimos sesenta y siete años.

Muchos de los que leáis este texto ya hace mucho que habréis averiguado que hablo de don Diego Robles, simplemente el fotógrafo. Nosotros hemos tenido la fortuna de conocer a don Diego Robles la persona.