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El miedo > Alfonso González Jerez

Una de las recomendaciones políticas de Gilles Deleuze terminaba con un corolario muy sencillo: “No te enamores del poder”. No, el filósofo francés no se dirigía a presidentes, primeros ministros, diputados o directores generales, sino a los ciudadanos: a los titulares de una ciudadanía al cabo frustrada e insuficiente. Porque bien sabía Deleuze que los subordinados aman al poder. Los alemanes de los años treinta, por ejemplo, no fueron engañados: la gran mayoría deseaba el fascismo. Lo votaron primero, lo festejaron eucarísticamente más tarde, lo apoyaron mayoritariamente antes y después de la guerra hasta que la guerra estuvo perdida. Los consumidores no son víctimas inertes del marketing, sino que desean ardientemente sus productos y sus marcas, y el marketing contemporáneo no ha hecho otra cosa que descubrir intuitivamente esa energía libidinal y ponerla a su servicio: la propaganda política y comercial es acentuadamente deleuzeniana. Muchos se asombran de que, después de la subida de impuestos y de la brutal reforma laboral, las encuestas electorales sigan evidenciando un amplio apoyo social al Partido Popular, que incluso ve aumentar su ventaja respecto al PSOE.

La izquierda más pazguata insiste puerilmente en la injusta representatividad que supone la normativa electoral, porque la alternativa, reconocer la realidad, es mucho más problemática y exige más trabajo y respuestas más complejas y replanteamientos ideológicos muy incómodos: los ciudadanos, la mayoría social de este país, la principal víctima de la recesión económica y de las políticas fiscales y laborales aplicadas desde el Gobierno, se agolpa alrededor de la derecha y muchos con esperanza y otros muchos con resignación, admiten los latigazos apenas con un rictus. Y el presidente Rajoy no tiene problemas en aseverar que las cosas irán peor durante el próximo año. ¿Por qué iba a tenerlo? Está cultivando el miedo: la oscura placenta del más intenso deseo de autoridad.

A galope del miedo el PP puede cultivar la mentira, la desmemoria y la falta más flagrante al sentido común democrático. Así lo hace el diputado Miguel Cabrera Pérez-Camacho, que advierte a la mayoría parlamentaria en la Cámara regional que ni la reforma del Estatuto de Autonomía ni la del REF se decidirán en el Parlamento de Canarias, sino en las Cortes.

Cabrera Pérez-Camacho puntualiza: el REF no será el que decida el Gobierno autonómico. Una puntualización grotesca: debería ser el que decida el Parlamento canario con posterior debate y aprobación en las Cortes. Pero da lo mismo.

El PP olvida que ha apoyado o participado durante quince años en Gobiernos presididos por CC, el PP olvida que fue el PSOE quien ganó las elecciones autonómicas de 2007 y que junto a los coalicioneros envió a los socialistas a la oposición. Olvida lo que haga falta y sobre todo, empapuzado por sus éxitos electorales, olvida las lecciones más evidentes de la historia de Canarias y sus relaciones con el Estado español. Porque después del miedo viene el pánico. Y el pánico no es, políticamente, demasiado gestionable.