POR QUÉ NO ME CALLO >

En público > Carmelo Rivero

Tres novelas y un poemario. No soy el único lector compulsivo. Llegó a la reunión con un libro bajo el brazo y se aisló de la conversación; abrió el libro y se puso a leer. Siento envidia de quien se inhibe -o desinhibe- hasta el extremo de leer en medio de una charla cruzada que le salpica sin distraerse. El periodista y novelista Marco Schwartz -el lector impertérrito- trajo después a colación a Zygmunt Bauman, para descifrarnos esta inestable esta de modernidad líquida, según el sociólogo polaco. Y me cuenta que, recién llegado de su Colombia natal, Cambio16 lo envía a recorrer la Canarias preautonómica con un millón de presupuesto y las Islas lo enamoran. Cuando volvemos a coincidir semanas después ya se confiesa rehén de los mismos temores rutinarios del periodista europeo de este siglo: el paro (cuando no la muerte: Marie Colvin y Rémi Ochlik en el degolladero sirio de Homs). Su periódico estaba a punto de desaparecer. Y es entonces cuando hablamos de libros, apasionándonos. Sale en la conversación un amigo común que leemos los dos, Adolfo García Ortega. Es una de las tres novelas con las que convivo: Pasajero K, sobre la identidad europea (con Bosnia, otra guerra, de telón de fondo), una cuestión idiosincrásica que nos atañe a los canarios, porque para serlo -europeos- debemos explicarnos antes lo que estuvimos a punto de ser -africanos-.

Leo a AGO, su recreación de Radovan Karadzic, y me recuerdo delante del televisor presenciando en directo su declaración ante el Tribunal de La Haya tras camuflarse bajo una barba como un curandero inofensivo. Antihéroe de las ruinas de la Yugoslavia de Tito, aquel líder legendario que, en persona, ya casi nonagenario, a finales de los 70, en la VI Cumbre de Países No Alineados, en la Habana, me pareció ausente y moribundo, como su país. Leo estas novelas (Antonio Muñoz Molina firma La noche de los tiempos, de amor y guerra sobre la España fratricida, un libro colofón, sensacional) pasto de las llamas, entre las cenizas de Europa, que se inmola en nuestros brazos.

Cumpliremos -la UE y yo- 55 años en marzo. Enferma de todos los males, como El asesino hipocondríaco, del novelista revelación Juan Jacinto Muñoz Rangel (el tercer autor que concilio con aquellos), Europa decrece, nostálgica de su grandeza industrial (y de los poemas de R. Kipling, cuarta lectura este mes). Malas noticias.

El periodista que lee en las reuniones perdió esta semana el empleo. Era director de opinión. Público cerró, como él se temía. “Cerraron el camino que cruzaba los bosques”, escribió el poeta inglés nacido en la India.