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Fuga de cerebros > María Fresno

Se les conoce ya como la generación JESP (jóvenes emigrantes sobradamente preparados) y no tienen otra opción, por muy crudo que resulte, que marcharse de las Islas para buscar un empleo medianamente digno que sea compatible con la carrera que han estudiado. Lejos quedó ya la generación JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados) a los que se les inculcaba que tenían que estudiar para tener un buen empleo. Y esa formación tenía que pasar, sí o sí, por la universidad.

Terminados los estudios, unos con más facilidad y otros con menos, encontraban casi seguro un empleo que cubría, en principio, sus expectativas. Ahora la cosa ha cambiado. Son miles los jóvenes que acaban la universidad y, en lugar de formar parte del mercado de trabajo, pasan a engordar las listas del paro. En Canarias, el 52% de los menores de 25 años no tienen empleo. Esta falta de expectativa provoca una huida masiva de este colectivo provocando lo que el presidente de la CEOE de Santa Cruz de Tenerife, José Carlos Francisco, calificó esta semana de “gran tragedia”. Ya no emigran jóvenes que se ven obligados a trabajar para poder mantener a su familia o porque no hay oportunidades de estudiar, como ocurrió en los años 60 cuando los canarios emigraban a Venezuela. Ahora se van los buenos. Los formados. Y es que esta crisis inagotable está dejando a Canarias huérfana de capital humano al no tener empleos de alto valor añadido que ofrecer a este colectivo.

Se van. Y se van a países que les ofrecen mejores oportunidades, mejor sueldo y expectativas de futuro, mientras nosotros nos quedamos impasibles jugando en segunda división. Somos incapaces de apoyar a los nuestros; a los de casa y de motivar al emprendedor a que se quede en las Islas. Lo ahogamos en trabas burocráticas y le cerramos el grifo del crédito y solo nos acordamos de él cuando, desde el exterior, se nos recuerda que es un canario. No es tan importante el crédito como la función crediticia en la economía. Y esto se refleja tanto en movimiento de capital como en el empleo. La concesión de una hipoteca beneficia a todos los sectores. Por ejemplo, un préstamo para una obra de rehabilitación provocará movimientos en el sector del mueble, ferreterías, pinturas, seguros, comercio…y cómo no al banco. Dar la espalda al crédito es dar la espalda a la economía, al empleo y a los jóvenes. El Gobierno, hace unos meses, animó a este colectivo a marcharse a Brasil, que ahora tiene un mercado laboral en auge. Ahora este país ha dicho basta ya. Que allí no cabe más gente. Así que tendremos que ser los JASP los que mantengamos a los JESP. Al menos hasta que llegue una generación nueva.