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Guerra abierta > Jorge Bethencourt

En ‘El Arte de la Guerra’, Sun Tzu debió decir “ya el conejo me desrriscó la perra”, en el capítulo dedicado a cuando las escaramuzas se convierten en guerras. Cuando dediqué dos años de mi vida al servicio a la patria (la patria era, además de un almendro de esos que vamos a quitar, un tipo con gorra de plato y varias estrellas que leía El Alcázar), un señor barrigudo con galones me explicó que en un enfrentamiento, además de las armas, es determinante el terreno: elegir dónde te das de hostias con el adversario. El PP debe andar flojo en historia militar. Si no, sabría que la invasión napoleónica de España -esa guerra civil que hoy llamamos de independencia- fracasó, además de por los ingleses, por la maldita orografía, que por ejemplo ayudó a Castaños en Bailén. O a Leónidas en las Termópilas. Y como pierden aceite por la retrospectiva, los populares han elevado a la categoría de guerra Madrid-Canarias lo que hasta ahora era un enfrentamiento de gallos en el corral de la política nacional.

Elegir la modificación de la Ley de REF como territorio para ejercer la soberanía del centralismo frente a Canarias es un error garrafal. Porque no se digiere demasiado bien que los mismos que practican la felación política con Cataluña o el País Vasco arguyendo el respeto a derechos históricos pretendan ejercer la letra estricta de la ley en un tema que enraiza con la historia y las tradiciones de Canarias. Es importante decir que los primeros que hemos traicionado la herencia de las históricas libertades fiscales al comercio y exenciones al consumo hemos sido los propios canarios. Como disculpa cabe decir que es muy difícil resistirse a la tentación cuando a uno le ofrecen un sistema de mantenimiento integral. Pero los resultados de nuestro pacto para hacernos más continentales están a la vista: un fracaso económico y social. Ahora toca repaso de errores. Me temo que para mantener estas ínsulas baratarias, querido Sancho, es menester que los molinos sigan dando trigo a los dueños del chiringuito. Así que tengo la ominosa certeza de que nuestros modernos ilustrados -versión cómic- tampoco mirarán el retrovisor de la historia para ver de dónde venimos y por dónde vinimos. Pero al menos tenemos el derecho de equivocarnos solos otra vez. Porque para meter la pata, ejemplos sobrados nos ha dado la reciente historia; no nos hace falta para nada la ayuda de Madrid.

Twitter@JLBethencourt