DESPUÉS DEL PARÉNTESIS > Domingo-Luis Hernández

Huelga general > Domingo-Luis Hernández

La confusión y el desánimo comienzan a tener asiento en las cabezas de los pobres habitantes de este país llamado España. Cuestión de crisis. Pero la sensación de que nos las dan por todas partes, incluso en el cielo de la boca, también se impone: los bancos, los alimentos, el combustible, los sueldos, la iglesia… e incluido el Gobierno.
El PP gritó en la oposición “¡váyase, Zapatero!”, porque ellos se las sabían todas y esto iba a cambiar como de la noche al día la semana siguiente al óbito… Y por ahí andamos, con varias puyas ya sobre los lomos. De modo que cuando uno se encuentra con un presidente del Gobierno que aquí ni chista y que cuando se ve con el primer ministro del país de al lado se pone a largar por esa boca aunque el susodicho no se entere de nada, a uno se le ponen los pelos de punta. Porque descubres de improviso que el asunto no es que España ande mal y más mal de lo debido, aunque eso se va a arreglar porque manda el que manda, sino que despunta en el ánimo la sensación de que igual en fechas próximas habremos de comer piedras fritas con mayonesa, si es que encontramos algún huevo por el patio y el aceite de motor sirve para esos menesteres. ¡Dios bendito, quién nos lo iba a decir! Y más si te percatas de que con este panorama es fácil persuadir al primer ministro holandés sobre el hecho irrefutable de que fueron los socialistas los que nos lo dejaron peor de lo que nos prometieron. Y ya se sabe, querido amigo: ¡izquierda infausta para quien la patria ni de cartón piedra, como en Hollywood!
Así nos va, con autonomías gobernadas por el PP a quien Zapatero no fue capaz de meter en cintura. Luego, que no se queje Zapatero que lo hizo mal, rematadamente mal, tanto que nos dejó un país al límite de la basura. Y feliz desplome, expresidente atribulado, que aquí nosotros lo vamos recordar cuando corresponda. Porque el asunto es ese: gobierno y oposición al mismo tiempo. Que como se habían acostumbrado, a ver quien les cambia el paso sin que el personal se mosquee.
Y para dar cuenta de ello está Finlandia. De manera que tampoco está por demás contarle al primer ministro en cuestión que con la reforma del mercado de trabajo que se avecina… al menos una huelga general. Porque los finlandeses no están acostumbrados a esas exhibiciones, país civilizado que es, y está bien expuesto el develamiento, dado que, si se oye lo dicho, ha de explicarse. Conciso y con juicio inquebrantable, sépalo usted, admirado colega, diría Rajoy. A los socialistas los sindicatos le montaron una huelga por una reforma laboral que no valió para nada. ¿Qué puede esperarse de la del PP que salvará al país del naufragio? De manera que si los periodistas extranjeros hubieran apurado a don Mariano, lo hubiera proferido, no quepa duda: “Huelga general…, poco premio; quema de catedrales”. Actuación estelar, pues, la de don Mariano Rajoy en Europa. Y menos mal que se contuvo y no le dio por hablar en neerlandés, como habló don José María Aznar un tejano que ni por asomo se le ocurriría articular a Bush. Porque esa es una maña indeclinable de los dirigentes del PP: poner a España en su sitio cuando salen fuera y respiran otros aires. De modo que, si alguna vez se fueran de crucero por aguas de la América del Norte, a la vuelta impondrían que las “patatas” no se llaman “papas” sino “cartofen”. Y eso con un decreto se arregla, más si consideramos que los socialistas en su momento no tuvieron ni tino ni calzones para llamar a las “papas” como buenamente han de llamarse dado los tiempos que corren, feliz Ángela Merkel.
Ahí andamos, pues, a la espera de que don Mariano Rajoy, presidente que es de este país, nos explique el primoroso análisis que ha hecho para deducir que, si con el otro lo sindicatos se comportaron, él no puede quedar por menos. Es decir, recuerda el asunto aquello que la gran dama doña sor Juana Inés de la Cruz le comentó a su confesor a propósito del enfado de éste porque la monja fuera mujer y también buena poeta. ¿En qué quedamos?, le dijo, ¿mi aplicación es una virtud regalada por Dios o es un subterfugio de atea? De otro modo, ¿los trabajadores contestaron a Rodríguez Zapatero por el deterioro de las conquistas sindicales o porque esto de los derechos de los trabajadores es un juego como el arrastre de ganado? ¿Qué contendrá, entonces, la reforma prevista para que don Mariano tenga la mosca detrás de la oreja?, ¿un regalo inmerecido a los asalariados o punto por punto lo que las asociaciones de empresarios proponen? Certidumbres sobre promesas incumplidas que aquí no quedan, demoras sobre una praxis política aberrante y una bazofia intelectual tan sublime que a uno no se le puede ocurrir otra cosa que ir con flores a María porque tanta panoplia cretina, tanto quiebro a la razón, tanta patada a la responsabilidad y a la reflexión es imposible digerir de golpe.