La doble línea continua entre la opinión y la difamación > Pedro Avero

Todos los que tenemos carnet (me refiero al de conducir) sabemos del peligro del que nos advierte el código de circulación cuando se nos presenta en la carretera una doble línea continua. Es la señal inequívoca de que sobrepasarla para adelantar o cruzar de vía puede conllevar un peligro inminente.

En el último año en nuestra primera institución académica hemos asistido al empeño de algunos por demostrar, siguiendo el símil anterior, que a veces es posible, no ya tocarla sino franquearla, para conseguir determinados objetivos.

Algunos en un empeño superior han cogido “trapos” y han intentado borrar las dobles líneas de esa carretera aduciendo que el peligro es injustificado, allí nunca ha pasado nada y además la policía nunca esta. Es algo así como decir que obrar mal a sabiendas, debe formar parte de las relaciones entre los distintos estamentos de nuestra Universidad.

En tiempos recientes, el actual equipo de gobierno ha efectuado una buena reforma en el plan de carreteras de nuestra institución dotándonos de algunas herramientas para una mejor fluidez en las relaciones de las personas que circundan por nuestras carreteras institucionales y no permitir “el uso no reglamentario de las vías” que hasta hace poco tiempo se consideraba normal por parte de algunos.

Así hemos creado un servicio de mediación para favorecer acuerdos, cuando circulando todos de acuerdo a las normas que dirigen el tráfico, surjan conflictos de pareceres en cuanto a las formas de conducir, evitando en lo posible los colapsos.

Ahora bien, la conducción negligente que pone en peligro el normal funcionamiento del tráfico también hacía necesario la creación de un servicio de inspección para aquellos conductores que de manera irresponsable incumplieran el “código de circulación”, queriéndose aprovechar y sacar ventaja de los habituales colapsos que por la densidad del tráfico suelen sucederse en nuestra institución.

Este paralelismo bien nos podría ayudar a tener un mejor criterio a la hora de valorar lo que está acaeciendo en torno al caso de los expedientes abiertos a los alumnos del grupo AMEC. En el ámbito que estamos describiendo el traspaso de la doble línea continua que separa la opinión de la difamación creo que no puede ser entendido nunca como una forma más de “estilo de conducción”, aludiendo además para ello a la libertad de expresión. La difamación es un comportamiento peligroso que esta penado en nuestras “leyes de tráfico” (léase institucionales y sociales), y lo esta precisamente para salvaguardar el libre ejercicio de opinar sin mentir intencionadamente y no permitir el enmascaramiento de los atentados contra nuestra Universidad, que pueden causar daños irreparables, máxime cuando desde el primer momento las acusaciones se demostraron falsas y carentes de todo fundamento.

Todo hay que decirlo, es cierto que a veces en la vorágine de la conducción algunos pueden cometer errores graves, que no le eximen de responsabilidad, pero que podrían atenuarse en cuanto a sus posibles consecuencias si se produjera un reconocimiento tácito del error cometido. Al fin y al cabo rectificar dicen que es de sabios y estamos en la Universidad. Pues bien, esto también lo contempla nuestro “código de circulación” aplicando las eximentes que en situaciones excepcionales sean oportunas con el afán rehabilitador que todo reglamento y normativa legal deba contemplar.

Aplicando este pensamiento analógico surgen algunas incógnitas respecto al caso AMEC. ¿Por qué no rectifican quienes se saltaron la norma, habiéndose comprobado que se traspasó la doble línea difamando a la Facultad que represento? ¿Por qué se cuestiona la aplicación del “código” para evitar estos comportamientos? Y aún peor ¿por qué se zarandea y se insulta en la plaza pública a las personas o órganos de representación (dígase rector, decano, inspector y Junta de Facultad) que ejercen la responsabilidad de denunciar o poner en marcha los procedimientos reglamentarios?

Creo sinceramente que algunos han desenfocado mucho el problema. En todo caso también es verdad que algo habremos hecho mal repetidamente en el pasado, cuando algunos miembros “séniors” de nuestra comunidad, y más preocupante algunos más jóvenes, respaldan la política del “todo vale”, del traspaso repetido de las dobles líneas continuas. ¿Es acaso un problema de asumir valores cívicos más allá de un problema legal, reglamentario o normativo?. Pienso que la comunidad universitaria es un fiel reflejo de las virtudes y defectos de la sociedad en la que estamos inmersos, ¿o no?

*Decano de la Facultad de Psicología