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Lo que Soria se llevó > María Fresno

Esta es la historia de un hombre que el día en que fue nombrado flamante ministro de Industria, Turismo y Energía juró ajustar cuentas con Canarias. Bueno, más bien con su presidente Paulino Rivero, que lo desterró del Gobierno regional. ¡Y vaya si las tomó! Cuarenta días fueron suficientes para dejar a Rivero sin capacidad de reacción y a la sociedad canaria en estado de shock.

Primero comenzó quitando las bonificaciones a las tasas aéreas “que, al fin y al cabo, solo benefician a unos pocos”, se dijo. Las compañías aéreas más fieles con las Islas reaccionaron rápidamente reduciendo sus operaciones con el Archipiélago porque les cuesta más caro aterrizar aquí y empiezan a anunciar que van a desviar sus aviones a otros destinos más baratos, como Grecia, Túnez o Italia. A todo esto la aerolínea catalana Spanair cierra [de esto no tiene la culpa] y Canarias se queda más aislada que nunca.

El viceconsejero de Turismo llama a la puerta del Ministerio pidiendo ayuda y, después de haberle tendido la mano, le dan con la puerta en las narices, dejando a Ricardo Fernández de la Puente con la boca abierta. ¡Nunca Canarias había sido tan despreciada por un ministro! Coalición Canaria saca su artillería pesada y comienza a armarse contra un Gobierno que lo ningunea.

Por si esto fuera poco, el ministro anuncia que no hay presupuesto y quita las primas a las energías renovables, hundiendo al sector en las Islas. Pero una llamada de los presidentes autonómicos del Partido Popular le recuerda que el tema no es trivial y que hay que dar una solución. Por ello decide convocar una reunión con todos los presidentes autonómicos populares, pero se da cuenta de que la ley no permite las modificaciones y la suspende “por motivos de agenda”.

Como todavía no le había metido demasiado el dedo en el ojo al presidente canario, se saca de la chistera el asunto de los pozos petrolíferos. El PP de Valencia y Baleares le dicen que por allí cerca ¡ni hablar! y entonces se le ocurre que las aguas canarias podrían ser un buen lugar. Paulino Rivero, ya sin balas y sin armas, decide acudir a Mariano Rajoy para hablarle de su ministro, pero le dicen que los asuntos de las Islas los lleva directamente el ministro canario.

Esta es la historia de un político que está desbordado porque tiene demasiados cacharros al fuego y, al parecer, profesa la fe del converso y ya es todo PP y nada canario. Es la historia de un político que se olvida de que una vez, en un tiempo no muy lejano, formó parte del Gobierno de Canarias y conoció los problemas de estas Islas. Esta es la historia de José Manuel Soria, un hombre que vivió en Canarias y que ahora está sumido en la más profunda de las amnesias políticas. Tal vez, y solo tal vez, su cura se haga efectiva cuando Rivero eche del Gobierno regional a José Miguel Pérez y a sus socios socialistas.