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Luto egipcio > Rafael Muñoz Abad

No, no se confundan, lo sucedido en Egipto ni debe ni puede encasillarse como un acto protagonizado por unos desalmados escudados en la simpleza de una rivalidad deportiva. La actualidad condiciona, y muy a mi desazón, toca hablar de la cara más triste que un partido de fútbol ha generado en el continente africano. El horrendo espectáculo acontecido la semana pasada en Port Said y coronado por casi un centenar de víctimas ha eclipsado la Copa de África que se celebra entre Gabón y Guinea Ecuatorial. Lo ocurrido no se trata de un incidente aislado; si no del apéndice más mediático que el tenso status quo en el que vive Egipto ha generado tras el derrocamiento de Mubarak. Y es que la mal llamada transición egipcia no termina de alcanzar su velocidad de crucero hacia esa separación de poderes, que no interesa ni a Israel ni a occidente por mucho que nos quieran vender románticas falacias vestidas bajo el hiyab de la Primavera Árabe. El bucle político y social en el que vive el país ha convertido a la junta militar, aquella que se autoproclamó como gobierno provisional y garante del orden hasta la celebración de unos comicios, en el mejor sucesor que Mubarak podría ofrecer a los intereses de los lobbies occidentales. La calle egipcia anda confusa y revuelta. No son pocos los que ven una mano oculta que intenta reconducir la situación hacia los intereses norteamericanos o judíos que, al fin y al cabo, lo mismo son. El descontento social y una horda de protestas populares se cruzan acusaciones con las fuerzas de seguridad. Acusándose ambas partes de querer manipular la situación. Los primeros denuncian el enquistamiento político que sufre la nación tras la caída del régimen; mientras que el ejército acusa y señala a los intereses internacionales de estar detrás de muchos de los desordenes públicos que han tornado las calles y plazas en batallas campales. Y es que una cosa es cierta; quien esté manejando los hilos de la transición egipcia ha logrado distraer la atención y hacer mutar el espíritu de Tahrir hacia la confusión: principal aliado de aquellos que buscan que nada cambie. Egipto es la bisagra de occidente con Oriente Medio; pieza de vital importancia para un Tel Aviv que no puede permitirse el lujo de tener más vecinos incómodos, y mucho menos una cofradía de estudiosos del islam gobernando el Nilo. La tragedia futbolística de Port Said no hará más que avivar la hoguera del descontento social en forma de altercados públicos y venganzas. Las muertes derivadas generarán cientos de dramas personales que no harán sino ahondar en la fractura social que ya se ha convertido en el día a día de la compleja realidad egipcia. Por cierto, aquí en la “civilizada y organizada” Europa mejor estamos calladitos, y si no, a las desgracias acontecidas en los estadios de Heysel y Hillsborough les remito. Tragedias sucedidas bajo el techo de la democracia y la paz social.

Centro de Estudios Africanos de la ULL
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