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Pascual González > Luis Ortega

Todos queremos tener amigos porque, sin literatura, un amigo es una coraza de protección ante las dificultades comunes y extraordinarias, una fuente de fe y de confianza y una tumba de confidencias. Todos. E, incluso, algunos presumen de la cantidad y calidad de esos afectos. Pero, muy pocos, rinden culto a la amistad, la fomentan y la cuidan, la convierten en compromiso, casi religión y la tienen a flor de piel cuando ésta se hace necesaria. Esa actitud se corresponde con una bonhomía de solera, nada común en las malas horas que pasamos, en la despiadada competencia que nos hace ver en el colega al competidor y en el atribulado viandante el patético retrato de nosotros mismos. Pascual González Regalado pertenece a esa antigua, rara, escasa y luminosa especie y, en estas fechas, ha demostrado además que posee la imprescindible virtud del patriotismo, sin adjetivos, excesos, voladores ni bombas de soplillo y, en un gesto que le honra aún más, si cabe, ha donado a su pueblo natal una notable y variada colección de trabajos propios que revelan, además de sus conocimientos y habilidades artísticas, en el campo de la pintura y la escultura; sus investigaciones históricas sobre los principales episodios y monumentos, sus estudios de genealogía y heráldica y los bocetos y proyectos de monumentos públicos, algunos realizados y otros aplazados, u olvidados, por distintas circunstancias, desde la falta de medios al desinterés de los cargos públicos. Alcalde de la Villa y Puerto de Garachico, cuya suntuosa y modesta arquitectura puso en valor, devolvió al mapa de Canarias y a la actualidad un hermoso enclave atlántico, que no sólo centralizó el tráfico marítimo y comercial de Tenerife sino que fue causa de elogio y fuente de inspiración para viajeros escritores y artistas. Pintor de notables registros, documentó e inmortalizó el núcleo histórico que renació, con más lujo y brillantez, tras la erupción volcánica de 1706 en exquisitas plumillas, acuarelas de perfecta composición y personal colorido y algún que otro óleo. Autor del escudo garachiquense -y de los símbolos de otros muchos municipios e, incluso, de la isla de La Gomera- Pascual cumplió una vieja promesa con Juan Manuel de León, que fue alcalde eficaz y apasionado de la localidad, y legó un amplio e impagable patrimonio al lugar donde vio las primeras luces y del que, en inolvidables encuentros periódicos y amistosos, habla con encendido amor y para el que sueña sin parar con nuevas y ambiciosas iniciativas que se correspondan con su brillante y azarosa biografía.