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Pérez Rubalcaba > Luis Ortega

Más de lo mismo, regresan los de siempre, señalan los medios afines al exultante PP, que saca pecho pese a la tormenta; los cercanos al PSOE hablan del “cambio tranquilo” y del aval que el talento, la experiencia, la capacidad negociadora y la contundencia dialéctica pueden aportar a un partido deprimido y con un estimable y fiel piso electoral. Menos apretada que la victoria de Rodríguez Zapatero sobre Bono -el margen de la confrontación con la catalana Carme Chacón quedó en veintidós puntos-, el triunfo del derrotado candidato de las generales puede leerse como un premio a la gallardía de quien acude a un combate desigual, la apuesta por la fidelidad y los servicios prestados durante tantos años. Sin embargo nadie, empezando por el versátil y eficaz Alfredo Pérez Rubalcaba (1951), salió completamente satisfecho del congreso sevillano, que colocó al cántabro al frente de una organización que, pese a las declaraciones de unos y otros, no entró con decisión en el imprescindible ejercicio de autocrítica, no aportó sorpresas -o, cuando menos, necesarias novedades- programáticas y que afrontará el paso del desierto con los mandos y la intendencia con los que perdió ampliamente en el pasado noviembre. En todo caso, después de dos derrotas electorales sin paliativos, resulta extraño encontrar en la ejecutiva de concentración y buena voluntad la presencia de algunos nombres que, por distintas razones restan más que suman (valgan los botones de Elena Valenciano, convertida por ocultos méritos en el número dos del partido, tras sus fracasos en las últimas campañas, y Griñán, presidente y candidato por Andalucía, en horas más que bajas según los sondeos demoscópicos) y ver que las palabras más esperanzadas -la esperanza es recurrente incluso en el infortunio- como “refundación e inicio de una nueva época” queden reducidas a un mero recauchutado, con la que está cayendo. Pero tal y como dijimos con Rajoy, hay un paréntesis de cortesía que le debemos al elocuente santanderino y le concedemos al jefe de la oposición el mismo derecho que al titular del gobierno, que colocó al frente de la cartera de Economía y Competitividad a Luis de Guindos, el hombre fuerte de Lehman Brothers en España, y no olvidemos que el centenario holding de servicios financieros, especializado en los servicios bancarios de inversión, fue el detonante de la crisis interminable. Tiempo de cortesía que, por mor de la aceleración que nos afecta, no llega, como con el ejecutivo, a los cien días y mordaza para la Valenciano porque, en cada comparecencia, espanta a miles de posibles electores.