Políticas equivocadas > Carlos Alonso Rodríguez

Resulta cada vez más evidente que para salir de la crisis actual, agravada en el caso español por la creciente recesión del último trimestre, el camino a recorrer no debe fundamentarse únicamente en el rigor presupuestario y en la reducción del gasto.

Después de tres largos años de crisis y con un diagnóstico bastante claro, existe un profundo consenso entre los analistas sobre la idoneidad de combinar políticas de austeridad con reformas necesarias en los mercados y una fuerte, o más bien fortísima, política expansiva en el orden monetario. Estas medidas permitirán disminuir el gasto improductivo de la administración, aumentar la competitividad y funcionamiento de los mercados dañados por la crisis, así como del sector exterior y por último, limitar el crecimiento nominal del endeudamiento, no pararlo en seco.

En el caso de las administraciones públicas se hace necesaria una reforma que suponga un control del gasto en el capítulo de personal, reduciendo además competencias duplicadas y orientando el gasto hacia la inversión.

El aumento de la competitividad de los mercados vendrá con una reforma del mercado de trabajo que simplifique la contratación, reduciendo además los costes no salariales (cotizaciones, incluyendo las sindicales) e introduciendo el sistema austriaco en los mecanismos de despido, es decir, que el trabajador se lleve su liquidación de un contrato a otro, capitalizándola y parcialmente financiada por las cotizaciones sociales. Asimismo, un reajuste del sistema financiero permitirá de una vez que éste comience a drenar crédito al sistema, evitando que las reformas sólo sirvan para que los Bancos y Cajas se laman las heridas.

Para ello es necesario tapar dos brechas que están sacando crédito todos los días del sistema; por un lado, las provisiones que el sistema financiero debe realizar por la creciente morosidad vinculada a la crisis del ladrillo y por otro, las refinanciaciones que deben procurar los bancos del crédito que ha venido financiando a la economía española.

Pero esto sólo se puede hacer con barra libre a nivel comunitario para las entidades financieras, una política cuantitativa del Banco Central Europeo, como está haciendo la Reserva Federal, y una obligación a los bancos para que saneen su activo con un valor a mercado de los activos inmobiliarios, incluso por debajo del valor de la deuda, y un aterrizaje suave de los requisitos que deben imponerse en las provisiones para cubrir esos desfases entre el valor de la deuda y el valor de la garantía (un proceso de dos o tres años para ajustar dichas provisiones al ritmo de generación del beneficio). Si no es así, todo lo que ayudemos a los bancos lo meterán en esos agujeros sin ayudar al crédito de empresas y familias.

En cuanto al incremento de la competitividad del sector exterior solo se generará con políticas monetaria (de demanda) y de oferta (de restructuración) que genere una combinación de devaluación interna y externa. Esto es, un ajuste de los salarios reales, tal como acaban de negociar sindicatos y empresarios y que se viene produciendo también desde el principio de la crisis, y una depreciación intensa del euro para ganar competitividad en el exterior. Ya estamos con un nivel de tasa de cobertura entre exportaciones e importaciones del 82% (es decir, las exportaciones cubre el 82 por ciento del valor de las importaciones) y sigue creciendo. Esta es la fórmula que hay que impulsar.

Limitar el crecimiento nominal del endeudamiento, no pararlo en seco, y disminuir su valor real con una modera política inflacionista a nivel europeo es otra de las medidas aconsejables. Sólo así es posible generar una dinámica positiva de crecimiento robusto y de creación de empleo.

Pero lamentablemente, este consenso que poco a poco gana fuerza entre los analistas, se torna en muro de las lamentaciones cuando analizamos la orientación de la política económica de los gobiernos europeos, perdón, del directorio alemán. Al fracaso, desde mi punto de vista, del último Consejo Europeo, se une la subida masiva de impuestos que ha aprobado el PP (vean sus nóminas este mes, el que la tiene, y compárela con la del mes pasado). Políticas que van contra la línea de flotación del crecimiento condenado a generar más deflación, incremento del paro y aumento del valor real de las deudas (FMI dixit).

El problema español más grave no es la deuda pública, es fundamentalmente el déficit; pero no el déficit público sino el de la balanza por cuenta corriente. Y ello demuestra dos desequilibrios que no se arreglan con la subida de impuestos (esta sólo quita recursos al privado para que los gaste el público): el de la competitividad del sector exterior de bienes y servicios español, de ahí la necesidad de la devaluación interna y externa, y el de la financiación exterior de la economía española, de ahí la necesidad de tapar los boquetes del sistema financiero.

Mientras el PP le siga el juego a Merkel y no atienda estas prioridades, que son las españolas, no las alemanas, tocan bastos para la economía española. Y si el Gobierno del PP sigue además tomando medidas equivocadas que no convienen a Canarias, llámese subida de impuestos, eliminación de las bonificaciones aéreas y laminación del sector de renovables, será este año 2012 un año muy duro para las islas.

Que nadie saque la cabeza, el PP está ahí fuera.

*Vicepresidente primero del Cabildo y consejero de Economía, Competitividad y Turismo