Tierra sin surcos > Wladimiro Rodríguez

Hemos leído estos días con preocupación los recién publicados datos de la agricultura y la ganadería en Canarias del año 2010. Durante ese año una vez más ha disminuido la superficie cultivada y la capacidad productiva de nuestro sector primario.

Se podría pensar que habíamos tocado fondo y que la actual situación económica nos haría mirar hacia el campo con otros ojos; sin embargo los hechos son contundentes. Mientras continúa aumentando el paro en nuestras islas, el sector primario no sale de la crisis que padece en los últimos cincuenta años. Esto no es solo un tema de rentas económicas, sino que el espejismo de un modelo urbano consumista sigue pesando sobre nuestras mentalidades, y estamos esperando salir coyunturalmente de lo que ahora llamamos crisis.

Estas líneas pretenden hacer una reflexión tanto en el plano de las instituciones públicas, como el de las mentalidades, sobre todo de los que tenemos capacidad de crear opinión. Los mimbres con los que tenemos que hacer los cestos los próximos años tienen que diversificar la economía y las prioridades en esta sociedad del siglo veintiuno. Los campos y los surcos no son algo marginal, son alimentos frescos, paisaje, cultura, diversidad, y son también estratégicos ante los problemas que tiene cada vez más la alimentación en el mundo.

Valgan como referencia los siguientes datos: de las más de 150.000 hectáreas que se cultivaban en Canarias en los años sesenta, al comienzo del 2011 labrábamos unas raquíticas 40.000. De las más de 28.800 reses vacunas que teníamos el año 2000, termino el año 2010 con 19.943. La superficie cultivada de papas ha pasado de 6.000 hectáreas en el 2000 a 3.900, la superficie de tomates se ha reducido en un 50% en ese mismo periodo, y lo que es no menos importante, hemos importado papas por valor de más de 30 millones de euros, mientras que nuestras medianías iban quedando balutas. La exportación de plátanos significó en el 2010 130 millones de euros, y la de tomates 62 millones de euros, mientras la producción de carne y leche se situaba en unos 140 millones de euros.

Todos estos datos son una indicación de que debemos mirar al campo con otros ojos, tanto en cambio de mentalidades hacia el agro, como en inversiones y en compromiso de un política agraria menos burocrática, en la que el sector primario ha de entrar desde la escuela hasta la universidad, ya que de manera general las pérdidas del sector agrario no son uniformes en todo Canarias, y en muchos aspectos ponen de manifiesto una crisis de valores. Se puede apuntar que la isla de la Gomera, que cuenta con relativa abundancia de agua, tiene una superficie de regadíos similar a Lanzarote con agua desalada del mar; es decir, el agua en la Gomera ha quedado para las ranas. La isla de Gran Canaria tiene unos niveles de producción similares a Tenerife, a pesar de tener problemas mucho mayores en la disponibilidad de agua de riego.

La crisis agraria no es solo económica, sino que también hay aspectos sociales de los que debemos preocuparnos para recuperar gran parte del sector primario en las islas, generando más estabilidad social y una menor dependencia del exterior en el futuro. Estas líneas, querido lector, pretenden abrir nuevos surcos en un campo sumido en una profunda crisis social y económica.

*Profesor de Geografía de la ULL