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Viaje a Brobdingnag > Jorge Bethencourt

El presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, ha estado en Bruselas, tierra de gigantes, haciendo apología de las necesidades de Canarias. Lo que se ha hecho público es que ha planteando incrementar las medidas de lucha contra el desempleo, que en el archipiélago de Liliput ha alcanzado tasas tercermundistas. Dicho de otra manera, que ha pedido más dinero para un territorio cuyo mercado laboral está más deteriorado que el del resto de sus conciudadanos europeos.

Lo que antes se negaba ya es una evidencia. Los recortes no discriminan. La dependencia estructural de Canarias de la tupida red de ayudas del Estado y de la UE nos sitúa en una posición muy vulnerable a que empiecen a cerrar el grifo. El estéril terreno de las rivalidades tribales, que ha situado a José Manuel Soria en un papel antagónico de quienes en Canarias le cerraron el camino del Gobierno regional, está ocasionando también una importante escalada de pérdida de financiación para las Islas (tasas aéreas, primas a la energía y lo que te rondaré morena). Soria sabe que cuanto peor mejor. O lo que es lo mismo, que cuanto menos ayuda económica reciba el Gobierno canario, más tendrá que aplicar medidas de austeridad y más incomodidad social le generará entre el distinguido público.

Como el plancton, los ciudadanos estamos en la base de la cadena trófica. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística muestran que hasta anteayer mismo las administraciones públicas pensaban que la crisis no iba con ella. El gasto público ha seguido creciendo en España hasta el 2011, donde se situó en 217.000 millones, más del 20% del PIB. En Canarias no somos la excepción a la regla. Los presupuestos públicos han bajado en los dos últimos años, pero en 2008 y 2009 los organismos autónomos y sociedades públicas siguieron creciendo hasta las 310 entidades.

El presidente hace bien en trasladar al exterior la difícil situación en la que está Canarias. Pero a nivel interior tiene que afrontar la revisión profunda de la presión fiscal a que está sometido el trabajador, el empresario y el consumo de las Islas. Atenuar las cargas tributarias de toda índole sobre la actividad económica supondría dejar más dinero en el bolsillo de las familias y reactivar el consumo. Pero también, puñetas, reducir el costo del sector público de las Islas. Y es ahí donde nadie quiere meter el dedo. Ni en Madrid, ni en Canarias.

Twitter @JLBethencourt