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Violencia callejera > Luis Alemany

No parece casual que el reciente acceso de la extrema derecha al poder haya coincidido con el incremento de la violencia policial, porque la extrema derecha española piensa -al igual que Fraga Iribarne- que la calle es suya, como siempre lo ha sido, desde antes de Wamba; de tal manera que les resulta impensable que alguien pueda pretender ocuparla para protestar contra la peligrosa ineptitud ministerial, mientras ellos se reservan el ancestral derecho de transitar por ella impunemente, a partir de una especie de derecho de servidumbre -nunca escrito, pero siempre vigente- para protestar contra el aborto, contra la asignatura de Ciudadanía o para pasear procesiones en Semana Santa, siempre con la agresiva música gregoriana de la COPE al fondo: los demás -al parecer- estamos obligados a pedirles respetuosamente permiso para acceder a ella.

En cualquiera de los casos, los altercados policiales de Valencia suponen una progresiva toma de conciencia de la sociedad española, ante la asfixiante represión social de un incipiente gobierno integrado por indiscutibles herederos de la dictadura del Invicto Caudillo, que -al parecer- no pueden por menos de ponerse nerviosos cuando sus decisiones son lícitamente cuestionadas por aquéllos que se sienten perjudicados por su implantación; de tal manera que quizá lo más coherente de esta protesta social valenciana sea la conjunción generacional -en una misma reivindicación- de las dos generaciones consecutivas que constituyen los alumnos adolescentes y sus adultos progenitores, rompiendo con el dialéctico enfrentamiento secular entre padres e hijos, ante un PPeligroso enemigo común; de similar manera que en los años sesenta del pasado siglo, las tres generaciones de artistas canarios supeditábamos nuestras diferencias estéticas ante la necesaria unidad corporativa frente al criminal dictador.

Pudiera aducirse -un tanto maniqueamente- que este aquiescente comportamiento contestatario de padres e hijos, se deba a la manipulación de éstos por parte de aquéllos, de la misma manera que la extrema derecha española manipula anticonstitucionalmente a sus hijos menores de edad, en las manifestaciones contra el aborto, haciéndoles exhibir grotescos carteles -que los niños no saben leer- agradeciéndoles la vida que les proporcionaron: prefiere pensar uno que esta actitud juvenil sea consecuencia de una educación familiar, que los orienta a pensar por sí mismos: no olvidemos que estos adolescentes valencianos son nietos de los jóvenes universitarios de 1968.