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Visionarios > Tomás Gandía

Siempre han existido personas que previeron en vida las mudanzas que con el tiempo habrían de experimentar las condiciones sociales y sin embargo no lograron realizarlas con el personal esfuerzo porque se adelantaban a la época, y no había llegado aún la hora de que se convirtiera en realidad su sueño. El mundo veía y miraba tan solo aquello que constituía lo presente, y se figuraban que las instituciones, leyes, gobiernos, regímenes, costumbres y creencias a la sazón dominantes eran ya definitivas e inconmovibles. Pero los soñadores dirigían la vista mucho más allá de donde alcanzaba la perspectiva de sus contemporáneos y vislumbraban la aurora de nuevas instituciones sociales a punto de aparecer. Muchos no pudieron llevar a cabo ni siquiera comprobar sus predicciones, aunque trazaron el camino por donde anduvieron sus sucesores para actualizar en hechos la potencial energía de las ideas. El individuo a quien los prácticos motejan de visionario se desenvuelve y actúa en un universo más real que aquel otro en que se afanan sus detractores. Los sueños en vigilia actualizan las potencias latentes en el asunto cuya esencia o sustancia es incapaz de descubrir la generalidad. La gran mayoría de las incontables y apreciadas conquistas del progreso del ser humano resultan el fruto y producto de larguísimos espacios de tiempo de oculto trabajo del pensamiento y del propósito, y en multitud de ocasiones vienen a constituir la espléndida realidad de sueños infantiles. Para quienes de ordinario sufren y penan en un medio hostil, o que por obligación han de convivir con aquellos que no aciertan a comprenderles, es muchísimo alivio remontarse de cuando en cuando al país del ensueño, y vivir por alguna temporada en un ambiente de felicidad y armonía. Esa ensoñación e ilusión fortalece o robustece el espíritu y lo eleva por encima de las inquietudes y preocupaciones de la vida cotidiana.