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Abran paso a lo experimental

Andrés Duque estuvo nominado al Goya por Iván Z. / FESTIVAL DE LAS PALMAS

FRAN DOMÍNGUEZ (ENVIADO ESPECIAL) | Las Palmas de Gran Canaria

Transitar por los caminos de la experimentación y de las nuevas pulsiones cinematográficas y lograr llamar la atención del público a la vez no resulta una tarea fácil; sin embargo, hay autores que, conscientes de lo difícil que supone tal labor, se la marcan como un reto, sin que necesariamente de ello se devenga -ni así lo pretendan- el alcanzar una audiencia generalista. Es el caso del realizador de origen venezolano Andrés Duque, que ayer presentó su segundo largometraje, Ensayo final para utopía, la única película española que compite en la sección oficial de la edición número 13 del Festival Internacional de Cine de Las Palmas.

Duque se ha hecho un nombre en el cine y el mundo audiovisual alternativo patrio. Sus películas no son de boca fácil, incluso para el público más predispuesto a comer en platos diferentes. El director remarca su compromiso con la heterodoxia y define sus propuestas como cine-diario, o mejor aún, cine-ensayo, porque en él tienen cabida diferentes tendencias y formatos, sin estar sujeto a un género determinado. “Mi cine llama a la contemplación y al silencio. Estamos muy acostumbrados a que nos lo den todo hecho, todo escrito”, apostilla el cineasta para subrayar su apuesta por mostrar “sensaciones” al espectador, para que “descubra por sí mismo” lo que proyecta, a pesar de que parta siempre de “registros autobiográficos y personales”.

Duque, que obtuvo una nominación a mejor cortometraje documental por Iván Z, un retrato de un cineasta “diferente” y de culto como fue Iván Zulueta, sostiene que se siente muy a gusto en el formato digital, “no por cuestiones económicas, que también, sino por consideraciones estéticas y convicción personal”. Ensayo final para utopía es, en palabras del realizador, “una terapia”. El filme entremezcla y alterna imágenes tomadas en Mozambique, con material de archivo de ese país africano, con fragmentos de la familia de Duque, sobre todo de su padre, fallecido después de una larga enfermedad. “Estaba montando escenas de baile y las relacioné con lo pasaba con mi padre. Quise darle vida a mi padre a través del baile de otros. El baile tiene algo de subversivo y de optimista. Un director que se precie debe siempre rodar imágenes de gente bailando. Ahí están las fuentes básicas del lenguaje audiovisual”, apunta.

El material de archivo que incluye en su filme también reflexiona sobre la idea de utopía en una Mozambique que se quitaba de encima el yugo colonial.

Duque no renuncia a sus principios de cine rupturista y experimental, de rehuir de la ortodoxia. “Es lo que me gusta”, resalta. En definitiva, un tipo de cine con distintos códigos y envolturas, pero, en definitiva, cine.

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El apartado competitivo llega a su ecuador

Tras la exhibición ayer de Tabu, muy bien acogida por el público asistente a las sesiones, del director portugués Miguel Gomes; y de la española Ensayo final para utopía, de Andrés Duque, el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria ha llegado al ecuador en cuanto a las proyecciones de la Sección Oficial, compuesta por 15 filmes.

Aparte de las mencionadas, se han exhibido las películas Bahay Bata, del filipino Eduardo Roy; la argentina Sip’Ohi-El lugar del manduré, de Sebastián Lingiardi; la germano-norteamericana The Loneliest Planet, de Julia Loktev; la francesa Nana, de Valerie Massadian; la alemana Was Bleibt, de Hans-Christian Schmid, y la británica Two years at the sea, de Ben Rivers.

Hasta ahora se puede fijar como denominador común en la mayor parte de los filmes que se han pasado una cierta querencia a la introspección y al cine más intimista. La Sección Oficial del Festival de Las Palmas prosigue hoy con las sesiones correspondientes a la sueca Stopped on the track y a la rumana Best Intentions.

El certamen grancanario ha programado también para esta jornada siete de los doce cortos que compiten en la Sección Oficial en este capítulo.

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