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Capitalismo global> Nuria Roldán-Arranzola

Tienen razones los que convocan la huelga general y tienen razones los que defienden que es necesario el duro ajuste en nuestras relaciones laborales.

Nuestro marco de relaciones laborales viene determinado por los pactos de la Moncloa, donde se pactaron salarios más bajos que nuestros vecinos europeos pero más derechos o al menos, una razonable expectativa de estabilidad de esos derechos.

Un marco de relaciones laborales que se mantenía indeleble a los cambios mundiales por la protección que Europa tenía sobre sus producciones y sus fronteras.

Fronteras que contenían el avance de países que hoy han dado un gran salto, no sólo en su producción sino en sus formas de vida. Países de los que hace unos años salían corriendo sus nacionales en busca de una vida mejor. Los procesos de globalización han aumentado las expectativas de los llamados países emergentes y políticos como Lula Da Silva, recordemos que llegó a la presidencia teniendo como objetivo tres comidas al día para todos los brasileños, han dado un vuelco en las relaciones productivas y han generado unas fronteras más permeables.

La tan ansiada globalización hace que no todos progresemos al mismo ritmo o ni siquiera progresemos como teníamos previsto. El análisis histórico nos indica que los progresos sociales y económicos nunca han sido homogéneos, ni tan siquiera vectoriales, se progresa con dientes de sierra, o en el movimiento del sacacorchos que decía Marx.

Habría que preguntarse pues si era razonable mantener unos estándares de vida a costa de que otros muchos no pudiesen comer tres veces al día, es decir ¿podremos seguir produciendo y comercializando plátanos sino tenemos subvenciones para ello? Recientemente el presidente francés ha lanzado sus nuevas medidas proteccionistas para reactivar las malas expectativas electorales, para ello promulga más protección. Protección a los nacionales y a sus productos, lo que no deja de ser, desde mi punto de vista, una cortedad de miras y una política desesperada para captar votos desorientados.

Las cuestiones a dilucidar son si podemos seguir gozando de un régimen de bienestar a costa de la pobreza de otros. Abrir el angular a esta nueva realidad internacional e internacionalizada que nos obliga a replantear nuestra forma de vida atendiendo a una universalización que dará lugar a una ciudadanía globalizada, no sin los consabidos sacrificios.