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Ciencia: por dónde pueden ir los tiros > Randolph Revoredo

Hay mitos y hay realidades. La ciencia en países como Estados Unidos y Finlandia o Suecia es asombrosa. Esa es una realidad constatable en las estadísticas de la OCDE. Pero hay grandes mitos. En Estados Unidos, según palabras y datos recogidos por el exrector de la Universidad de Harvard, Derek Bok, la investigación básica realizada en las universidades americanas se mantiene más o menos constante desde 1970, y en las que solo el 10% de los fondos que financian esa investigación provienen de la empresa privada. La inmensa mayoría -como en España- son fondos federales (ministerios).

Y lo que es más, en biomedicina por ejemplo, menos de la mitad de los investigadores que reciben fondos privados obtienen apenas más del 25% del total de su financiación de tal fuente. Con estos números, sorprende que se le atribuya a las universidades americanas el mérito de ser los artífices del liderazgo mundial en generación de investigación, desarrollo y marketing en dicho país.

Dime donde estás te diré quién eres. Una razón se encuentra, no en las universidades sino en el entorno: en USA están localizadas en una economía donde históricamente ha prevalecido la idea de que lo público “mientras menos, mejor” y el motor del empleo ha recaído claramente sobre la gran empresa. Ésta considera muy importante dos cosas: medir y experimentar. Algo en lo que sin duda son verdaderos maestros.
Cuando este proceso está ampliamente extendido a todo el espectro empresarial y permea organizaciones de toda clase (y a toda la sociedad urbana de ese país, de hecho) la universidad americana no escapa y se impregna de esos valores (medir y experimentar) y deja de lado otros (por ejemplo, hacer metafísica, vender curas milagrosas o simplemente, parasitar).

El ambiente externo también es el adecuado, pues permite que sea mucho más sencillo realizar investigación (es lo normal, no es necesario vencer barreras o deshacer prejuicios para realizar cualquier colaboración o intervención fuera de los muros universitarios por pequeña que sea).

Cuestión difícil. Si la clave del éxito en ciencia e innovación de USA reside en la empresa, si aquellas donde hay mayor inversión y tradición de medirlo todo y experimentar pertenecen a industrias consolidadas globalmente (farmacéuticas, electrónica de consumo, higiene dental, cosmética, por ejemplo) y si además, los principales clusters donde se localizan están fuera de España, ¿Cómo se podría importar ese modelo sin contar con unas industrias cuyas sedes de actividad no existen en el país, siendo éstas las protagonistas del modelo?

Se habla, alternativamente, del modelo finlandés o el sueco como referencia más cercanas. Todos los casos remiten necesariamente al establecimiento de vínculos muy importantes entre la gran empresa, universidades, centros de investigación y administración pública. Una de las consecuencias del modelo finlandés y sueco es la lógica generación de desequilibrios territoriales, donde existen zonas muy dinámicas empleo y renta personal y otras estancadas. En esos países es un problema disminuido por la elevada superficie deshabitada.

Beneficiarse de la apuesta por la innovación vendrá ligado, al seguir los modelos ya mencionados, a la localización de las actividades de investigación en los lugares cercanos a donde se concentra la actividad industrial en la península, por lo que es de esperar que parte de los centros de investigación más exitosos también estén igual de concentrados.

En diez o veinte años, después de muchos intentos fallidos, los paradigmas de innovación científica que tendrán éxito en España serán dos. Uno en donde la ciencia más valiosa se realizará en centros de investigación localizados en las comunidades más industrializadas del país (Madrid, Cataluña, País Vasco) con una investigación orientada a la actividad empresarial siendo su principal beneficio el incremento productividades (que luego se transmiten a la economía a través de nuevos productos o precios más económicos en productos existentes).

El segundo paradigma se verá en aquellas regiones del estado español con centros exitosos, que sin estar vinculados con la industria -por no existir o ser muy débil ésta- han sabido posicionarse haciendo ciencia de calidad en centros perfectamente definidos e identificados. Serán comunidades autónomas en las que, con cierto pragmatismo, orienten sus esfuerzos de política científica en actuaciones focalizadas, de manera que con poca tajada presupuestaria se potencie el rigor intelectual y los centros más prometedores hagan suyos los principios de medir y experimentar en el marco del más serio uso del método científico, aunque sea ciencia básica. Este segundo paradigma es al que puede aspirar este archipiélago y le libera de la necesidad de caer en utopías y voluntarismos visionarios, casi siempre imposibles y generadores a la larga de desencanto y fuga de cerebros. Los resultados son igual de valorables: a largo plazo termina traduciéndose en prestigio para la región y renombre internacional para las instituciones involucradas (centros de investigación, universidad, gobiernos) con todo lo que eso significa.

Es una caída de la nube que casi toda España tiene que superar.

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