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Contigo pan y cebolla

Foto de una pareja. | DA


REBECA DÍAZ-BERNARDO
| Santa Cruz

Dicen por ahí que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana, y va a ser que sí, que la crisis económica incide en las relaciones conyugales y afecta directamente a las parejas, según los expertos, porque la falta de recursos se convierte en generador de desacuerdos y discusiones que en la mayoría de los casos desembocan en un inevitable divorcio.

Aparte de esto, mi señor padre tenía la peregrina teoría de que la duración de un matrimonio suele ser inversamente proporcional al coste de la celebración del mismo, es decir, a mayor bodorrio, menos años de unión conyugal. Y la bonanza económica que estábamos teniendo más o menos desde la época de los Juegos Olímpicos y la Expo se tradujo en los últimos años en bodas de tronío en casonas dieciochescas alquiladas al efecto, cenas o almuerzos preparados por cocineros con pedigrí, invitadas con pamelas, madrinas con mantilla y novias con vestidos de firma y metros de seda salvaje o kilos de cristales de Swarovski. Muchos hemos asistido a ese tipo de celebraciones que culminaban con la noche de marras en hotelazo con pétalos de rosas flotando en un jacuzzi y bombones bajo las almohadas antes de viajar al día siguiente a disfrutar de lunas de miel en lugares remotos y exóticos. Y todo esto precedido de una junta ante notario donde las parejas solían firmar la compra de una casa de dos o tres dormitorios, dos baños y un aseo, cocina, comedor, solana, garaje para dos coches y trastero, en urbanización de adosados en alguna población costera a las afueras de la zona metropolitana y que muy probablemente terminarían de acondicionar con los enseres de la estupenda lista de bodas reservada en comercio de postín.

A mí personalmente en los últimos tiempos me ha dado por pensar en las parejas que contraían matrimonio en tiempos de la posguerra española, esos casos de jóvenes supervivientes de la contienda que se casaron por ahí por el año 40, ella vestida de luto por cuantos seres queridos hubiera perdido en la guerra y él muy serio y trajeado, muchas veces sentado, para una única foto de recuerdo después de haberse engarzado unos anillos corrientes y molientes ante un cura y cuatro personas. Lo siento, en este contexto temporal es imposible hablar de ejemplos de parejas homosexuales o de uniones civiles, vaya esto por delante. Me ha dado por preguntarme cómo demonios permanecían juntos sacando adelante a familias de varios hijos en una época en la que llevarse a la boca algo que no fueran gofio y papas era una misión imposible, viviendo en minúsculas casas, y he preguntado a personas que les tocó pasar por esa época, y la respuesta que me dieron fue más o menos la misma, todos, ellos y ellas: “Para empezar, el divorcio era pecado, y aparte era algo que a nadie se le pasaba por la cabeza porque cuando uno se casaba, lo hacía para formar una familia, para pasar el resto de la vida juntos y…”, sí, pero ¿y cuando el amor o más bien la ilusión se acababa porque la situación era angustiosa y la convivencia se convertía en tormenta?… Algunos me confesaron que desearon liarse la manta a la cabeza y mandarlo todo a paseo, en voz bajita una señora me contó de una vecina que lo hizo y dejó marido e hijos y que nunca más se volvió a saber de ella, pero todos contestaron de nuevo lo mismo, “apechugando guapa, apechugando y echándole valor y ganas y apoyándonos unos a otros porque no había otro camino…”.

Me encantan esas respuestas, será que soy una ñoña y una romántica y todo lo que tú quieras, pero todavía creo que el Amor, con mayúsculas, es siempre la respuesta y en eso de que hay que estar a las duras y a las maduras, que aunque fastidie hay que apechugar, apoyar, empujar, compartir hasta en la carencia y querer incluso sin la pasión idílica inicial, que estamos tan acostumbrados a abrir la boca y obtener lo que deseamos que ante la precariedad tiramos por la borda lo poco que quede para intentar empezar de nuevo en otro lado y con otra persona. Y sí, todos deseamos prosperar, a nadie le gusta contar hasta el último céntimo para comprar el bono del tranvía o el pan, pero ¿en verdad puede una crisis económica acabar con una pareja que hace menos de diez años se daba el sí quiero en un escenario de película o podremos ser capaces de tirar de frente y luchar como leones aunque a diario haya cebollas para cenar?… habla un rato con tus abuelos y probablemente encontrarás muchas respuestas para que tú y tu pareja puedan seguir unidos en estos tiempos que nos tocan a nosotros ahora.