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Crisis febriles: alerta, no alarma

Los expertos insisten en que hay que vigilar la fiebre en los niños pequeños. / DA


INMA MARTOS
| Santa Cruz de Tenerife

Se presume que las crisis febriles se dan debido a la inmadurez del sistema nervioso en algunos niños. A medida que los pequeños van madurando, desaparecen. Cuatro niños de cada cien pueden tener estos episodios de convulsiones con un cuadro febril que no necesariamente se repetirán en otras ocasiones, aunque se trata de una prevalencia alta en la población infantil.

La pediatra especializada en Neurología del Hospital USP La Colina, Lucía Martín Viota, indica que lo primero que se debe hacer tras una crisis febril es acudir al médico para descartar cualquier anomalía en el sistema central nervioso, aunque no es lo más probable.
Los cambios de temperatura bruscos a causa de una infección viral son los que suelen provocar estas crisis que duran menos de quince minutos, no son recurrentes y son generalizadas, es decir, convulsiona todo el el cuerpo. Si fueran focalizadas en algún miembro, el estudio de diagnóstico sería más complejo.

Los niños de entre uno y tres años son los más propensos a padecer este cuadro médico, aunque las convulsiones febriles se pueden dar desde el nacimiento hasta los cinco años de edad, siendo más frecuente en el segundo semestre del segundo año.

Asimismo, la doctora explica que estas crisis, siendo simples, no causan ninguna secuela y no se repiten dentro del mismo proceso infeccioso.

Epilepsia

La preocupación de los padres en estos casos, y el número más elevado de consultas al respecto, suele ser que el pequeño desarrolle una epilepsia. Esto podría darse en caso de que el bebé sea muy pequeño en el momento de padecer la crisis, pero no es frecuente. Lucía Martín Viota indica que “si la población general tiene un riesgo de un uno por ciento de padecer una epilepsia, incluso a edades adultas, los niños que tienen crisis febriles tienen entre un cuatro y un siete por ciento, un poco más que la población general”. Esto también de pendería de los antecedentes familiares a los que hay que estar alerta.

Las crisis febriles simples o típicas no tienen tratamiento, y además, no se pueden prevenir, aunque Martín Viota destaca que una revisión médica es indispensable para descartar otras enfermedades, como la meningitis.

Cuando un niño tiene una crisis febril, indica la pediatra, lo que hay que hacer es acostarlo en lugar seguro, preferiblemente de lado, no meterle nada en la boca y limpiarle las secreciones. Mientras tanto, se ha de llamar a una ambulancia, ya que si la crisis persiste más de cinco minutos es posible que necesite medicación para que remita.