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Cuando las cosas no nacen bien > Manuel Iglesias

Las posibles prospecciones petroleras en aguas próximas al Archipiélago, se ha convertido en un nuevo caso demostrativo de que cuando las cosas no nacen bien, los problemas crecen y cuesta mucho más arreglar lo fallado que impedir antes que se estropee.

Repsol probablemente ha hecho las cosas mal desde el primer momento. Su presidente, Antonio Brufau, ha venido esta semana a las Islas para explicar la posición de su empresa y ofrecer datos sobre el proyecto, pero llega como un bombero cuando el fuego ya se ha prendido, en lugar de haber sido preventivo antes.

Ya ha sucedido antes en las Islas con episodios como el radar de Malpaso, el tendido eléctrico de UNELCO en Tenerife, etcétera, poco transparentes y naciendo a la trágala, para concluir con tensiones y de manera insatisfactoria. Y todos empezaron más o menos por el estilo, por reuniones de amigos o colegas en despachos de Madrid, adoptando decisiones sin que las consecuencias, buenas o malas, fueran explicadas debidamente a la gente.

Cuando quieren hacerlo, llegan tarde y atropelladamente, intentando frenar una marea que ya se ha creado y que tal vez surge desde bases erróneas. Pero esos conceptos quizás equivocados ya han calado en la mente general y hay que trabajar diez veces más sólo para volver las cosas a un camino racional inicial, pero casi siempre es demasiado tarde, porque unas acciones se han encadenado a otras y revertir los procesos es frecuentemente imposible.

Repsol tenía que haber hablado antes con las autoridades de Lanzarote y Fuerteventura, que son las más afectadas, para explicarles las posibilidades de generar recursos que un proyecto petrolífero podría tener para esas Islas. Hacer un exhaustivo detalle de cómo se realiza, los riesgos que implica y cuáles son las medidas de seguridad que se toman. Debían informar a los habitantes de Canarias de las posibilidades de empleo, no proclamando cifras como quien lanza migas a los pollos, sino pormenorizando los posibles campos.
Tendría que haber indicado su predisposición a que el petróleo fuera un beneficio para todos y no sólo hablar de cuánto podría ganar España en miles de millones, como se hace ahora, sin responder a una pregunta clave y que surje inevitablemente, con el “¿Y de esto que hay para nosotros?”

Todo eso se podía hacer y Repsol tiene capacidad para responder a retos de este tipo, porque no son nuevos, sino que los ha enfrentado en otros sitios. Aquí faltó cercanía a los implicados y sobró lejanía de la sociedad y almuerzos de altos cargos en Madrid.
Como era de esperar, los empresarios del puerto de Las Palmas se han apresurado a ofrecerse para ser la base de Repsol, lo cual desde su punto de vista de lucro tiene sentido, pero abre una nueva brecha de los grancanarios contra Fuerteventura y Lanzarote. Cosas así quizás no ayudan a reconducir los problemas como región, sino que enquistan las posiciones.