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Cuando lo ‘viejo’ suena a ‘nuevo’ > Lourdes Bonnet

El viernes pasado, la OST se vistió de gala presentando un programa poco frecuente en la programación habitual. En formación camerística abordó bajo la batuta invitada, Robert King, un programa barroco-clásico con gran éxito. El concierto se inició con una espléndida versión de la Obertura del Occasional Oratorio de G.F. Händel, interpretada, como el resto del concierto, con gran empaste e implicación en la cuerda. La sección de vientos también realizó un papel destacado, más que habitualmente, habida cuenta de la apropiada reducción que presentaba la cuerda. Tras este primer plato, para abrir boca, músicos y director acompañaron al tenor tinerfeño Agustín Prunell, quien mostró un timbre cálido con una afinación espléndida y con el buen gusto que siempre ha demostrado, especialmente en estos repertorios. Con la Obertura de Idomeneo de W.A. Mozart invadió la sala un torbellino de intenciones y expresividades encontradas tan propias del Sturm und Drang del momento. El contraste con las obras de Händel se hacía más patente bajo la dirección de Robert King, mostrando la amplia distancia que hay entre los dos compositores tan cercanos en el tiempo. La primera parte culminó con un éxito rotundo en las dos interpretaciones de Händel de Agustín Prunell. Si en el aria de Semele mostró una amplia gama expresiva, en la del oratorio Jephta lució ampliamente su impecable técnica y buen gusto en la ornamentación de este aria virtuosística y de factura tan compleja, que fue realizada de manera sobresaliente, siendo reconocida su interpretación con una larga ovación.

La segunda parte del concierto se inició con la famosa Sinfonía Nr. 40 de W. A. Mozart, presentada, pese a su popularidad, de manera muy personal. La gran plasticidad y contrastes dinámicos planteados desde el primer movimiento, fueron la línea a seguir a lo largo de la partitura. El ímpetu contrastante llevaba a la sinfonía a evocar más una música operística que reflejara los distintos caracteres de los personajes, que música instrumental pura, sin embargo la simbiosis realizada por King funcionó de forma excepcional. Las maderas se mostraron seguras y destacaron en las distintas intervenciones, y, a pesar de algunas imprecisiones, el resultado final contó con tanta pasión, tanta direccionalidad, que convenció a un público totalmente entregado. El concierto no podía terminar sin que volviera al escenario Prunell, quien nuevamente encandiló con sendas arias de Don Giovanni de Mozart y de Die Schöpfung de J. Haydn, mostrando que la expresividad del texto siempre se realza por medio de la música y haciendo las delicias del numeroso público asistente.

Nuevamente hemos constatado la gran versatilidad de nuestra orquesta, que un día puede resolver en formación completa los repertorios más densos de la literatura postromántica y una semana más tarde abordar un programa barroco-clásico con precisión, estilo, controlando el vibrato y bajo batutas tan diversas como las de las últimas semanas. El acierto de la combinación de las obras presentadas y la selección de los intérpretes fue sin duda la clave del éxito.