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De las elecciones recientes en Senegal podríamos sacar muchas lecturas, pero yo destacaría, ante todo, la madurez de un pueblo que aspira a consolidar una de las democracias más antiguas de África. Atrás quedan ahora las revueltas callejeras y las ocho víctimas mortales de una campaña marcada por la pretensión del todavía presidente, el conservador del Partido Democrático Senegalés (PDS) Abdoulaye Wade, de repetir un tercer mandato ante una Constitución que él mismo modificó para que ningún jefe de Estado abarque más de dos legislaturas.

Las urnas dictaron sentencia el pasado domingo, de tal forma que El Viejo, que es como llaman a Wade (85 años) sus compatriotas, ha visto menguar sus expectativas de llegar al umbral de la victoria con el 50% de los votos y se ha tenido que conformar con un 34,82% que le obliga a pugnar en una segunda vuelta con su inmediato seguidor y ex primer ministro durante varios ejercicios, Macky Sall, quien alcanzó un 26,57% de sufragios, seguido de Moustapha Niasse (13,20%), del Bennoo Siggil Senegaal (Salvar el Honor de Senegal); del socialista Ousman Tanor Diong (11,7%), y de otro de sus ex hombres fuertes, Idrissa Seck (7,5%).

Se abre así una apasionante carrera en pos de reunir los avales suficientes para que esta figura histórica de la política del país cercano salga de su más alta magistratura, si no por la puerta grande, al menos de la forma más digna posible, aunque muchos observadores esperan todavía alguna maniobra postrera de una personalidad que ha manejado la astucia como uno de los pilares de desgaste y reducción de cualquier otra alternativa a su casi regia y larga permanencia en el poder. Por lo pronto, su exdiscípulo Sall ya se muestra como inminente sucesor con una solidez y contundencia sorprendentes a las pocas horas de conocerse los resultados definitivos, lo que atraerá, sin duda, al resto de votantes minoritarios de los otros dos candidatos siguientes. El ahora principal oponente prevenía de inmediato a los ciudadanos para que estuvieran vigilantes en estas dos semanas probables que restan para la nueva consulta y evitar amaños en los colegios electorales, mientras anunciaba medidas de gran calado si gana, como la reducción de los gastos del ejecutivo y de los miembros del gabinete ministerial, el establecimiento de cada legislatura en cinco años, frente a los siete vigentes, y el abaratamiento de los productos básicos, entre otras propuestas.

Las posibilidades de Wade pasan por movilizar en tan poco tiempo a un electorado cada vez más reacio a permitir los clichés de su última etapa, que han dejado la huella indeleble de un estamento gubernamental enriquecido, corrupto y alejado de las necesidades de un pueblo empobrecido, mientras desfilaban ante sus ojos dispendios colosales y megalomanías, como la de la enorme estatua del Renacimiento Africano. Además, sus intervenciones en la campaña, minimizando las protestas y a las víctimas de los enfrentamientos como una “ligera brisa” que remitiría fácilmente, le han dejado finalmente en la estacada y muy deteriorada su imagen de esfinge intocable. Confío plenamente en que los senegaleses culminarán este pulso y harán gala de esa conciencia cívica desplegada a lo largo de estos días, a pesar de los pesares, para retomar de nuevo su historia, tras más de medio siglo de independencia, distinguida como la de una de las naciones más estables y avanzadas del continente vecino.