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Después de dos siglos en el fondo del mar y cinco años en un depósito judicial de Tampa, el tesoro rescatado por la empresa Odyssey, unos aventureros con una notable disposición económica y técnica, ya está en España, controlado por el ministerio de Educación y Cultura, a la espera de los estudios pertinentes y de la decisión política su exposición. Aparte de los técnicos y funcionarios españoles, que aportaron la documentación que sirvió de base al proceso y del bufete de abogados norteamericanos que, con suculenta remuneración ganaron la causa, los más satisfechos por el fallo son los mil quinientos descendientes de Diego de Alvear y Ponce de León (1749-1830) que, en el ataque de la flota inglesa a la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, el 4 de octubre de 1804, perdió a su esposa, a siete de sus ocho hijos y toda su fortuna. El juez Steven D. Merryday rechazó de plano las últimas alegaciones de la sociedad norteamericana y la instó a que devolviera su rapiña -quinientos millones de dólares, o cuatrocientos de euros y un incalculable valor histórico, analizado durante tres días por expertos numismáticos- y puso coto a los irregulares expolios que, en pleno siglo XXI, sufre aún el patrimonio europeo. El pecio del velero hundido fue transportado en dos aviones Hércules del Ejército español y ha dado pie a que el crecido ministro José Ignacio Pert, más mesurado cuando se dedicaba a la demoscopia, afirme que las monedas y enseres rescatados -con un peso total de diecisiete toneladas, seiscientas mil de oro y plata, cañones y objetos de menaje- “no se expondrán en un solo lugar” y a que numerosas ciudades hayan entrado en competencia como futuros destinos. El hallazgo de este pecio es solo un anticipo del patrimonio sumergido en la Ruta de Indias, cuando la piratería alentada desde varias coronas europeas -Reino Unido, Francia y Holanda, entre otras- esquilmaba los convoyes que regresaban del Nuevo Mundo hasta el siglo XIX. En este caso, y pese al monto de la devolución se trata de una pequeña restitución, de las rafias que Francia, como potencia invasora, e Inglaterra, como aliada, hicieron durante la llamada Guerra de la Independencia. Por cierto, el gobierno español reclama también, por vía diplomática y judicial, una parte del botín aprehendido por Odyssey y depositado, en un intento de internacionalizar el litigio, en Gibraltar. Esta es la segunda parte de la batalla legal y esperamos que tenga igual éxito que la primera.