FAUNA URBANA >

Dinero negro > Luis Alemany

Buscar petróleo aparece como una aventura de angustiados aspirantes a nuevos ricos de este archipiélago, por más que ninguno de quienes opinan (a favor o en contra: lo mismo da) acerca de tales prospecciones en las marítimas aguas canarias (?) sepa demasiado bien cómo se busca, quién lo busca y -lo que pudiera ser más importante- a quién pertenecerá, en el caso hipotético de que se encuentre: los canarios (una poética entelequia étnica) están secularmente acostumbrados a buscar petróleo, incluso desde mucho antes de que se inventara tal preciado líquido; de tal manera que tuvieron que buscarlo en la cochinilla, en la emigración o en el turismo, sin que los beneficios de ninguno de esos negocios les repercutiera sustancialmente, de la misma manera -piensa uno- que ocurrirá si los oleosos surtidores brotaran entre las islas más orientales del archipiélago.

Este soñado (o denostado: lo mismo da) oro negro no es -en última instancia- otra cosa que la quimera paliativa de una miseria, que se pretende abolir puerilmente, como proponía Charlot en aquella paradigmática película: el ilusorio sueño de una sinrazón desesperadamente esperanzada, que (al igual que nos propuso Goya en sus pinturas) también produce monstruos a partir de unos ingenuos sueños de grandeza; porque soñar con obtener la riqueza a través del petróleo es tanto como soñar con obtenerla a través de la Lotería, la Bono Loto o la idílica independencia nacionalista, como propone contumazmente, Día a Día, el propietario de un periódico tinerfeño, que ni es éste ni se edita enfrente de la Recova.

No deja de resultar significativo que sea ésta la primera vez en la Historia del Archipiélago que surja (y nunca mejor dicho, en el caso de que realmente surgiese) riqueza de su interior; desde aquellos tiempos -ya bastante lejanos- en que las exportaciones fruteras a Europa enriquecían a unos selectos bolsillos, casi todos situados en chaquetas cuyos portadores ostentaban apellidos extranjeros; por más que dilucidar la estricta identidad canaria (por mucho que se empeñe mi amigo Antonio Cubillo) resultaría sumamente complejo, de tal manera que un amigo sostiene -con encomiable brillantez- que un canario no es otra cosa que un godo que llegó antes: tal vez esta búsqueda del petróleo -para salir de la miseria- no sea otra cosa que una cortina de humo para continuar resistiéndonos a buscarnos a nosotros mismos.