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El arzobispo de Toledo rechaza que los sacerdotes sean hombres “amargados” o “escasamente comprometidos” con la sociedad

EUROPA PRESS | Toledo

El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, ha asegurado que “es mentira” que los sacerdotes sean hombres “amargados”, apartados del mundo y “escasamente comprometidos” con los problemas reales de la sociedad y de los hombres a los que sirven.

Con motivo del Día del Seminario, que se celebra este lunes, Rodríguez ha pedido a quienes forman con él la Iglesia de Toledo mirar a su alrededor y que piensen en sus sacerdotes concretos, “no en lo que dice la cultura dominante y los grandes ‘santones’ de la sociedad mediática”.

“Si el sacerdote es feliz, no es por su estatus social, ni por la remuneración económica. La felicidad viene y ha de venir de otra realidad”, ha señalado el Arzobispo de Toledo, quien ha añadido que esta realidad es “la entrega a Jesucristo y a su Iglesia en la vida real de cada día”.

Armonía impresionante

En este sentido ha aludido a la revista Forbes, que publicó un estudio realizado por la Organización Nacional de Investigación de la Universidad de Chicago, según el cual el trabajo de sacerdote es considerado en el mundo como el empleo “más feliz”.

“No es que sea un dato absolutamente fiable ni creo que deba ser determinante para que aumente el número de los seminaristas, pero sí que indica que cuando uno se entrega a Cristo y responde aún con sus limitaciones, se produce una armonía impresionante, sea cual fuere la vocación eclesial”, ha señalado.

“Es normal: Cristo es el centro de la historia, es el Hijo de Dios, verdadero hombre, incondicional disponibilidad para nosotros, verdad que nos hace libres, acogida del Padre de los cielos con quien nos da a cada uno el Espíritu Santo para vencer tentaciones y gozar íntimamente del misterio de Dios, que es el misterio de la vida y de la muerte, el sentido más profundo de la existencia humana”, ha apostillado.

Cuestión de pasión

Por todo ello, Rodríguez ha insistido que ser sacerdote y, antes, seminarista, es una cuestión de pasión por el Evangelio de Cristo, por Cristo en definitiva. “Pero una pasión de estas características sólo puede nacer del corazón de Dios, quien se ha apasionado primero por el hombre”, ha agregado.

“El mismo Dios, que nos ha mostrado su predilección por sus criaturas, es quien toca el corazón en la intimidad de cada hombre, quien suscita la pasión por el Evangelio en cada ser humano, especialmente en aquellos a quienes llama a ser testigos en la Iglesia de la incesante fecundidad del Evangelio de Cristo: los sacerdotes”, ha argumentado.