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El ejemplo de Funcasor > Ricardo Melchior Navarro

Un grupo de padres y madres de nuestra Isla decidieron hace años unirse para impulsar la promoción educativa, social y laboral de sus hijos. Había una circunstancia especial, común para todos ellos, que reforzaba aquella iniciativa: sus hijos presentaban algún tipo de discapacidad auditiva y esto les obligaba -más si cabe- a volcarse en pro de la calidad de vida y la igualdad de oportunidades dentro de nuestra sociedad.

Nacieron así la Asociación de Padres y Amigos del Sordo de Tenerife (ASPAS), primeramente, en 1976, y la Asociación Tinerfeña de Padres de Niños Sordos (Astinpansor), una década después, que terminaron por confluir en la creación, en 1992, de la Fundación Canaria para el Sordo (Funcasor).

Desde entonces y hasta hoy, aquella simiente ha terminado por convertirse en una entidad modélica, en todos los sentidos, que este año conmemora el vigésimo aniversario de su fundación.

La celebración de esta efeméride feliz nos sirve para valorar públicamente la trayectoria ejemplar que han seguido todas estas familias de la Isla, unidas por una misma voluntad, por un solo fin: lograr la felicidad de sus hijos.

Y eso supone, ni más ni menos, hacerles partícipes de la igualdad de derechos y oportunidades, rompiendo para ello cualquier tipo de barrera que se interpusiera en el camino. Recuerdo con mucho cariño el empeño de Francisco González, el entrañable Pancho, primer presidente de Funcasor y actual presidente de honor.

Estamos seguros de que esta ímproba labor no les ha resultado fácil. Pero nos basta con repasar la historia de la fundación, el camino seguido durante todos estos años, para convenir en que su realidad es muy distinta. Poco o nada tiene que ver con la situación a la que se enfrentaron en sus orígenes los promotores de aquella idea maravillosa, como fue asociarse no solo para demandar unos derechos justos sino, sobre todo, para trabajar unidos y que tales derechos se plasmaran en una realidad.

Con el apoyo y la dedicación de los profesionales que trabajan en su seno, Funcasor es hoy un modelo de entidad moderna, adaptada a los requerimientos de las personas con discapacidad auditiva, a quienes presta servicios y programas en ámbitos como la información, valoración y orientación, igual que atiende y apoya a sus familiares. Se trata de prestaciones que van desde la infancia hasta la madurez, a través de tareas diversas, como la rehabilitación y la identificación lingüística y cultural, o la integración laboral, mediante la formación ocupacional y las prácticas. En este apartado, conviene recordar el papel desempeñado por la empresa Laborsord, centro especial de empleo creado por la fundación en 1998.

De la misma manera, no hay que olvidar otra importante acción, dirigida en este caso al conjunto de la sociedad, como es su trabajo para la eliminación de las barreras de comunicación. Para ello, sobresale su servicio de interpretación a la lengua de signos, unido a la formación que imparte a profesionales, familias y todas aquellas personas que demanden este conocimiento.

Asimismo, merece tener en cuenta la creación del centro de día Hellen Keller y del centro ocupacional, orientados para personas con pluridiscapacidad, igual que el fomento que hace continuamente de actividades culturales y de ocio y tiempo libre.

Por todo ello, desde el Cabildo de Tenerife hemos entendido que, en coincidencia con la celebración del vigésimo aniversario de su creación, Funcasor reúne todos los méritos para hacerse acreedora de la Medalla de Oro de Canarias, en reconocimiento a su existencia y quehacer en beneficio de la sociedad isleña. Como dijimos en la presentación del programa de actos conmemorativos de la efeméride, se trata de una entidad avalada por una labor extraordinaria, ejemplar en todos los sentidos, que no ha dejado de luchar por conseguir que el colectivo de personas sordas tenga el mayor respaldo posible. Pueden estar seguros de que, en el caso de esta Corporación, dicho apoyo se mantendrá en el tiempo.

*Presidente del Cabildo de Tenerife