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El juguete > Francisco Pomares

Desde las manifestaciones contra la participación española en la guerra de Irak, no se veía algo parecido en las Islas: miles de personas se manifestaron el sábado en Lanzarote y Fuerteventura y en el resto de las islas contra las prospecciones petrolíferas, en una marea humana contra el petróleo. Más allá de las guerras de cifras sobre asistentes, el apoyo ciudadano a esas manifestaciones supone un importante respaldo a la política del Gobierno regional, contraria a las prospecciones petrolíferas decretadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, y en cuya tramitación se ha implicado hasta extremos imprudentes -la conferencia pronunciada con patrocinio de Repsol, por ejemplo- el ministro Soria. Habría que estar muy ciego para no darse cuenta de que en el conflicto entre las instituciones de Canarias y el Gobierno del PP, que unos y otros tejen con devoción digna de mejor causa- el pueblo de las islas ha tomado partido y lo ha hecho en contra del PP.

Eso no tiene porqué cambiar las cosas. En el PP hacen la cuenta de que Rivero puede tener con él y contra la política petrolera de Soria a unos miles de ciudadanos, a los que suma coyunturalmente los que apoyan todas las causas, pero en esa cuenta, los votos del PP siguen pesando mucho más que quienes se movilizan en las calles. Esa misma cuenta es la que llevó a Aznar a desentenderse de las multitudinarias manifestaciones que recorrieron las calles del país en contra de la guerra hace diez años, porque la mayoría de los votos iba por otro lado. Pero -con esa cuenta o sin ella- las masivas movilizaciones del sábado suponen un respiro muy importante para el Gobierno regional, y una situación de dificultad para el PP en Lanzarote y Fuerteventura. Las movilizaciones definen un nuevo escenario de todos contra el PP, al que se han sumado alborozados no sólo los partidos que apoyan al Gobierno, sino también Nueva Canarias.

Un muy crecido Paulino Rivero publicó ayer domingo en su blog que el PP, debe tomar nota de las movilizaciones y entender que “con Canarias no se juega”. No hay nada mejor que un baño popular para que el discurso nacionalista del agravio y el victimismo pueda pujar de nuevo con fuerza en el patio local. El presiente Rivero ha logrado hacerse con el juguete que quería, y con él tiene la iniciativa y los respaldos -políticos y sociales- que necesitaba para volver a la política, de la que la crisis económica y sus graves prioridades le tenían muy alejado.