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El Llanito, la reconstrucción de un barrio servicial e incansable

La riada de 1957, que se cobró la vida de 23 personas, modificó también gran parte del paisaje del popular barrio de El Llanito. / CÉSAR BORJA (ACFI PRESS)

EUGENIA PAIZ | Breña Alta

Los vecinos de El Llanito se han entregado durante los últimos años a la recuperación de la actividad social de este popular barrio de Breña Alta que constituyó el más importante núcleo de la actividad lúdica y cultural de la localidad hasta mediados del siglo pasado. Así lo recuerdan los más ancianos del lugar, los nietos y bisnietos de gentes que 100 años atrás levantaron sus casas y sus destinos en este hermoso lugar, ocupado a lo largo de los siglos del Antiguo Régimen, explica a DIARIO DE AVISOS el historiador José Esteban Pérez Hernández, “por haciendas de tierra pan sembrar, viña y montes, propiedad de familias de la oligarquía insular, el clero y la burguesía (los Massieu, Fierro, Sotomayor, Valcárcel, Doménego, Hickson, etc), en su mayoría establecidos en Santa Cruz de La Palma, con sus casonas de veraneo, pajeros, bodegas, lagares, gañanías y portadas”.

Personalidad propia

El Llanito tiene personalidad propia, como sus gentes, prudentes, afectuosas y comunicativas. Son restos fraguados en una vida comunitaria marcada por el antes y después del drama que supuso la riada que el 16 de enero de 1957 sufrío el barrio y que se cobró las vidas de 23 vecinos. El suceso vino a fomentar el tesón del barrio, cuyos habitantes se unieron en una estrecha colaboración para la reconstrucción de casas, paredes y recuperación de huertos que para muchos suponían su único medio de vida. Atesoran mucho más en la memoria colectiva, sustentada generación tras generación, sobre las penurias de tiempos mucho más pretéritos, años anteriores a la canalización de las fuentes de Melchora, Aduares, y Espinel, cuando se vivía, recuerda Pérez Hernández, en un “estado continuo de precaria subsistencia, al socaire de la sequías y las malas cosechas, que obligaba a acudir a lugares muy distantes para procurarse un medio barril o un garrafón de agua con que pasar algunos días; amén de la imperiosa necesidad para la masa de campesinos empobrecidos, durante estas verdaderas crisis, de recurrir como último remedio a los cavaderos del helecho en las faldas de la cumbre, de cuya planta aprovechaban su raíz, que machacaban para hacer harina y pan”. Luego vendrían, a partir de mediados de la segunda década del siglo XX el inicio de la explotación de los acuíferos para el regadío y el consumo humano, el retorno de los emigrados a Cuba, que invierten en el terruño, y la expansión del cultivo del tabaco.

Los “abuelos” de El Llanito recuerdan este barrio como “el lugar más importante de Breña Alta”, un lugar de vida social y comercial, donde, en los años 30, las gentes de la comarca recorrían kilómetros hasta llegar al llamado Salón Versalles, lugar de reunión de los vecinos, de grandes bailes y donde también tenían lugar, recuerda el historiador Pérez Hernández “mítines políticos”. También en El Llanito, en 1936, actuaba como punto de encuentro social por sus funciones, el ya desaparecido Circo Segura.

Frente a esa merma, en El Llanito encontramos a los jóvenes que han recuperado, en una estrecha y envidiable colaboración con los más mayores del lugar, fiestas y tradiciones que se perdieron justo tras la riada, como el engalanamiento de la Cruz de El Llanito, una cruz de madera que “se salvó” de la riada “tras quedar enganchada de un rosal” y que hace cuatro años se recuperó para “volver a ser vestida con prendas que traen los vecinos, jóvenes y mayores, de todo el barrio, para que luzca como antes”, recuerda la mayordoma de la Cruz, Concha Medina.

Medina ya prepara a su hija para que asuma la “enorme responsabilidad” de la tarea que los vecinos le encomiendan cada año, al cuidado de las “prendas” de oro que visten la obra de arte en que se convierte cada tres de mayor la Cruz.

Francisco González, su vecino, es hoy un hombre de 74 años. Nacido y criado en El Llanito, ilustra con la trayectoria de su vida cómo la tragedia del 57 “dio un giro a nuestras vidas”.

Sus planes de estudio para ser pediatra quedaron sepultados con el barranco porque “había que trabajar para recuperar la parte de la casa que se llevó la riada, cuya visión nunca olvidaré, con una columna de agua que era mayor que cinco casas una sobre la otra”. Habla del barranco como si hubiera cobrado vida propia.

Se refiere a él como “él que se abalanzó sobre todas las cosas”. Las gentes de El Llanito, lejos de eludir el recuerdo del drama que les toco vivir, miran con optimismo al futuro, “para que el barrio siga creciendo”.

Estrecho vínculo entre las viejas y las nuevas generaciones

La riada cambió el curso de las vidas de muchos vecinos de esta zona. / CÉSAR BORJA (ACFI PRESS)

El Llanito es un lugar dinámico en el que se mantienen antiguos negocios, mientras algunos jóvenes apuestan por nuevos tipos de empresa vinculada a la llegada de cruceros a la Isla. Esa joven generación es la misma que trabaja, junto a los mayores de la zona en la recuperación de viejas tradiciones y en la instauración de nuevas fiestas para recobrar el espíritu lúdico de un lugar geográficamente privilegiado que hasta mediados del siglo pasado era el centro de la actividad social de la comarca.