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El salario del maestro > Francisco Pomares

El informe PISA revela que “la enseñanza en Canarias es una carrera muy atractiva en términos retributivos, especialmente para posibles nuevos entrantes en la profesión”. Lo que en román paladino quiere decir que aquella vieja situación reflejada en el dicho “pasas más hambre que un maestro escuela” ya no se sostiene. Treinta años de presión sindical y aquella homologación sin condiciones decretada por Lorenzo Olarte y que algunos criticaron en su momento por injusta y arbitraria han logrado que, en términos porcentuales, los salarios de los profesores de Canarias sean hoy similares a la media de los países desarrollados, y estén entre las más altos de toda España: el salario de un profesor recién incorporado se sitúa entre los 31.000 y los 35.000 euros anuales. Sólo en el País Vasco cobran más los profesores recientes. Y conviene recordar que no ocurre lo mismo, sino todo lo contrario, con los fontaneros, los dependientes de mercería, los empleados de los bares o los taxistas canarios. La media de salarios en Canarias es la más baja de España.

Esa situación de buenos sueldos entre los profesores de Primaria y Secundaria contrasta con el hecho de que la enseñanza en Canarias obtenga en todos los informes sobre Educación unos resultados tan bajos. No sería justo responsabilizar a los profesores de un problema que probablemente tiene más mimbres sociales que laborales, y en el que las culpas -que las hay- están muy repartidas, sin que la Administración, las familias y los propios alumnos deban salir de rositas. Pero la desmotivación de los docentes también debe tener algo que ver con la situación de fracaso sistémico que diagnostica PISA y que todos los que tenemos estudiando en colegios o institutos públicos conocemos perfectamente. Quizá por eso el informe incluye entre sus más de cuarenta recomendaciones la urgencia de examinar las retribuciones de los profesores y los pagos de complementos salariales, condicionando algunos de ellos a conceptos como el “rendimiento” o el “desarrollo profesional”, entendido éste como la mejora formativa y la búsqueda de la excelencia en la propia carrera. Pero conviene recordar que, cuando se habla de “rendimiento”, no se está hablando de horas de asistencia o actividades (de hecho, el informe encargado ex profeso por el Gobierno recomienda reducir las horas lectivas), lo que se quiere decir es que los complementos retributivos deberían vincularse al éxito académico de los alumnos: a menor número de repetidores, más incentivos. Puede parecer una propuesta exótica. Pero lo que resulta realmente exótico es gastar y gastar en la Educación para obtener unos resultados tan mediocres. Vincular los complementos al rendimiento educativo es algo que se hace en muchos países. Y está probado que funciona.