A BABOR >

En la red > Francisco Pomares

Jugar con los argumentos del pleito es muy peligroso, más en esta región nuestra, donde los conflictos entre instituciones los carga el diablo. Si el PP quería encontrar un procedimiento para contrarrestar las críticas del Gobierno CC-PSOE al trato de la Administración central a Canarias, lo cierto es que descolgarse con las reivindicaciones pleitistas del alcalde Carmona y el presidente del Cabildo grancanario, Bravo de Laguna, solo ha servido para desatapar la caja de los truenos. Aquí todo el mundo tiene alguna afrenta que esgrimir, y el Cabildo de Tenerife ha encontrado en los avatares de la propuesta española para la Red Transeuropea de Transportes un argumento más que contundente: la decisión del ministerio de Fomento de incluir el puerto de La Luz y el aeropuerto de Gando, y de dejar fuera todo el sistema aeroportuario de Tenerife, ofrece suficiente enjundia para servirnos un nuevo pleito de intensidad 8’9 en la escala Richi, que es la que mide el nivel de cabrero institucional (o no) del presidente del Cabildo tinerfeño. O sea, que se ha liado.

Como en un coro, autoridades y representantes de Tenerife han saltado a la palestra para cambiar esta situación: a la airada reacción de Ricardo Melchior, se sumaba ayer el diputado José Segura, que ha presentado una iniciativa parlamentaria para que se resuelva la situación, y se incorpore urgentemente el puerto de Tenerife y el sistema aeroportuario a la Red Transeuropea. Por su parte, el presidente de la Autoridad Portuaria de Tenerife, Pedro Rodríguez Zaragoza, insistía también ayer en la monumentalidad del dislate que supone haber dejado el puerto de Tenerife fuera, alegando Fomento que no cumple los requisitos exigidos: el sistema portuario de Tenerife es el que más volumen de pasajeros y de tráfico de mercancías y vehículos tiene en toda España. Excluirlo de la red global que contempla la Unión Europea supondría duplicar o triplicar los costes de insularidad. Frente a esa unanimidad de la política local tinerfeña, al senador popular, Antonio Alarcó, le cogió ayer este asunto con el paso cambiado y quedó atrapado en la red de sus propias contradicciones. Y es que a veces cuesta dejar la disciplina de partido al margen de las convicciones propias. Pero un senador no puede actuar como un loro que repite consignas. El PP tinerfeño tiene que modular su discurso en este y otros asuntos, o corre el riesgo de actuar como una mera sucursal del PP grancanario.