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Extranjeros > Francisco Pomares

Cada cual tiene sus recetas. Cuando algo funciona, lo normal es volver a usarlo. Paulino Rivero ha vuelto a plantear la cuestión de que los trabajadores extranjeros le quitan empleo a los de aquí. Es una suerte de salvavidas al que recurre desde que descubrió el impacto político del término residencia, cuando -tras su elección como presidente de Coalición Canaria en el año 1998- comenzó a manejar con regularidad estados de opinión regionales y se encontró por primera vez con el dato social del rechazo hacia los de fuera. En toda su carrera política previa, Rivero -un político tinerfeño que contaba entonces con nula proyección más allá de su propio partido- jamás se había interesado por el nacionalismo y mucho menos por el rechazo hacia lo extranjero.

De hecho, siendo alcalde ucedeo del Ayuntamiento de El Sauzal, Rivero fue uno de los ediles canarios que se opusieron a la vía rápida para la autonomía, apoyando el mecanismo establecido por el artículo 143 de la Constitución Española, que contemplaba un lento proceso de asunción de competencias, sólo aligerado años más tarde, cuando los socialistas aprobaron la Lotraca con rango de ley orgánica. Cualquier otro con esos antecedentes habría tenido muchísimo cuidado antes de calificarse a sí mismo de nacionalista, pero Rivero no es cualquier otro. Ahora no es sólo nacionalista, sino que recurre a un difuso antiextranjerismo que a veces se manifiesta en elucubraciones sobre la residencia, otras en la de “dar oportunidades a las empresas canarias antes que a nadie” y las más en eso de “que el trabajo que se genera aquí sea para la gente que vive en Canarias”. Frases que -sin un impulso legal y normativo adecuado- no significan absolutamente nada, pero que Rivero ha convertido en muletillas de su propaganda política.

Lo de menos es que en casi seis años de Gobierno, ni uno sólo de los anuncios de Rivero sobre el valor de la residencia como elemento de preferencia, o sobre el derecho de los trabajadores locales a acceder al trabajo antes que los de fuera, haya llegado a tener algún valor práctico para los ciudadanos de esta región. Eso importa poco… Aquí de lo que se trata es de volver a un discurso de campaña que en reiteradas ocasiones atrajo hacia las urnas a un supuesto votante nacionalista que siente odio o desprecio por lo de fuera, y que los sondeos fijan en torno al tres por ciento de los votos. A Coalición ese discurso -modulado con precaución para no espantar el voto peninsular- les funcionó en 1999, en 2003, en 2007 y en 2011. Y ahora Rivero lo ha resucitado para explicar por qué esta región no es capaz de crear empleo, a pesar de que el turismo no para de crecer. ¿Le volverá a funcionar? Es probable, en esta región somos muy crédulos.