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Fe y libertad > Jorge Bethencourt

El “aborto postparto” es la última ofensiva de los grupos contrarios al derecho de la mujer a interrumpir su embarazo. El argumento es que, “si se puede matar al feto”, es igual de legítimo matar a un recién nacido. El lenguaje, que es muy cabroncete, no les ha permitido rehuir esa palabra definitiva: “nacido”. Un prestigioso economista anarcocapitalista, Rothbard, defendía el derecho de la mujer al aborto sobre la base del concepto de la propiedad sobre su propio cuerpo, en el que el feto era una especie de okupa. Pero no hace falta llegar al extremismo para tener una idea razonable del asunto. Las mujeres, primero, no pueden abortar cuando les da la gana. Hay un tiempo, medido en semanas, para que puedan interrumpir su embarazo. Establecer que el no nacido es un ser humano pleno en todas las fases del desarrollo fetal es un sinsentido biológico. Es un proyecto que va madurando conforme las células especializadas van conformando el cuerpo. Y solo los que creen en esa cosa llamada alma, un elemento intangible de carácter divino, sostienen que desde el mismo momento de la concepción ya existe, en esa amalgama de células, un ser humano.

El mismo acervo moral que despliega tanto interés por el derecho de los no nacidos ha sido la columna vertebral de sociedades que mandaron a millones de jóvenes, plenamente desarrollados, humanos y supongo que con alma, a los campos de batalla para servir de carne de cañón por intereses raciales, territoriales, petroleros o ideológicos. Que los mandaron y los mandan. Y es la misma cultura que castiga con el bíblico ojo por ojo al asesino -por algo lo llaman desalmado- con la muerte. La misma que lleva a un defensor de la vida a dispararle en el pecho a un médico, humano y desarrollado, arrebatándole la vida. La defensa de la vida parece, así, muy relativa.

Respeto a la gente que tiene fe. Y solo les pido lo mismo. Que vivan de acuerdo a sus códigos morales, establecidos en función de otro mundo post mortem en el que creen a pies juntillas. Pero que respeten a los que vivimos sólo una vida y con una ética diferente. Cuando intentan hacer proselitismo e imponer a los demás sus propias normas y creencias invaden un espacio de libertad que no les corresponde. Ni a ellos ni a los gobiernos que intentan expropiar a través de leyes nuestra inviolable libertad individual.

Twitter@JLBethencourt