No sé bien qué está pasando en el cotarro político canario, pero da la sensación de que en todos los ámbitos prima el enfrentamiento de unos contra otros, como si la indignación y el desencuentro tuvieran que ser la nota dominante. En vez de dialogar o procurar el acuerdo y el entendimiento, se prefiere la confrontación e incluso la amenaza y la sinrazón con tal de no ceder ante nada ni ante nadie. A lo mejor es cierto eso de que vivir es combatir y contradecir y agitar afectos y pasiones a conveniencia. Hay circunstancias en que el único medio de obtener concesiones de algún dirigente político es ofendiéndolo y haciéndolo adversario acérrimo. Ya dijo Balzac que donde no hay enemigo no hay triunfo, así que, vistas las actuales circunstancias, tal vez tenga razón el gran novelista francés. Y por eso algunos representantes públicos se sienten más fuertes cuanto más alto proclaman sus diferencias con quienes presienten como adversarios o enemigos circunstanciales. Pero ¿qué pasa si el considerado contrario tiene razón? ¿Y si la hoguera que han encendido alcanza a quemarlos tarde o temprano? El Gobierno de Canarias se enfrenta al del Estado por las prospecciones petrolíferas en aguas más o menos alejadas de las Islas, alegando un imposible maridaje entre oro negro y turismo que es falso de toda falsedad. El Cabildo de Tenerife se encara al Ejecutivo regional al sentirse perjudicado -por no decir ninguneado- en la gestión del parque nacional del Teide, que reclama con razón tras una sentencia del Tribunal Constitucional. Seis alcaldes del Sur de Tenerife -cinco del PSOE y uno del PP- se oponen al nuevo corredor de energía eléctrica Candelaria-Granadilla y cargan sobre el Ejecutivo autonómico y la corporación insular diversas culpas de improvisación y atentado contra el medio ambiente con diversos fundamentos probatorios. Con insolidaridad inaudita, el alcalde candelariero dice que nones a la prevista implantación del ciclo combinado en la central eléctrica del municipio y amenaza con levantar al pueblo en manifestaciones y protestas. Los sindicatos de enseñanza acusan, falsamente y con inquina, a los autores del Informe PISA de demonizar al profesorado canario y de presentar una visión sesgada de su trabajo. Son un puñado de ejemplos de esta semana sobre desencuentros que van más allá de lo normal y que amenazan con divisiones insuperables por falta de autocrítica y buena fe entre las partes. Y es que, de arriba abajo, unos acusan a otros de imposición y falta de diálogo pero no tienen empacho en hacer lo propio cuando se les presenta la ocasión. Debe ser cosa de la incoherencia y falta de respeto de nuestra clase dirigente.
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