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Las aguas bajan turbias en la política interna del gigante alemán. La secuencia de los hechos es tozuda y ni siquiera los manejos de la poderosa Angela Merkel pudieron evitar la dimisión inédita de Horst Köhler en 2010, al que los partidos de la coalición de democristianos y liberales quisieron reducir a una mera figura simbólica, “con menos derecho de opinión que cualquier ciudadano” y le censuraron sus opiniones sobre la intervención en Afganistán. Ahora, por la fuerza de los hechos, tuvo que aceptar la salida de su amigo y protegido Christian Wulff, después de que la fiscalía de Hannover pidiera al Bundestag la suspensión de la inmunidad por su implicación en un caso de corrupción y tráfico de influencias, cuando desempeñaba la jefatura de gobierno del Estado federado de la Baja Sajonia. En cualquier caso y pese a la diferencia moral y formal de las dos dimisiones, la jefatura de estado, meramente honorífica, ha resultado más conflictiva de lo esperado y esas circunstancias inéditas de la interrupción de los mandatos entran en el debe de la canciller, como un nuevo lastre a los problemas de la crisis que la ha castigado en todos los comicios territoriales hasta la fecha, Merkel, cuya cintura política contrasta con la anatómica, ha recurrido al pacto para alejar los fantasmas que la acosan, lamentó brevemente la marcha de Wulff que, naturalmente, se proclama inocente y lo demostrará “en los tribunales” y aceptó la propuesta de la oposición socialdemócrata para el nombramiento de un presidente honesto y de ideología conservadora. Joachim Gauck, pastor protestante y custodio, durante la democracia, de los archivos de la tenebrosa policía política de Alemania del Este, después de la reunificación. Desde hoy, este político honesto, celoso guardián de la memoria histórica e implacable censor de los excesos totalitarios de la RDA, que estudió con rigor y objetividad, preside ad honorem la primera potencia europea y las principales fuerzas políticas, que avalan su intachable trayectoria pública, están convencidas también de su discreción y mesura, imprescindible para un periodo en el que la depresión europea y los sondeos demoscópicos indican la posibilidad de una alianza entre las dos grandes formaciones, CDU y SPD. Hasta ahora ha demostrado que está lejos de los intereses partidistas y que es un estudioso de la historia, por lo que la crónica de sus dos últimos antecesores le será de suma utilidad para un éxito que, en estas horas, interesa a todos los partidos.