nombre y apellido >

Juan José Padilla > Luis Ortega

Tuve un amigo torero, muerto a causa de una cogida en Villanueva de los Infantes el 27 de julio de 1971. Pepe Mata, que reposa en la sacramental de la Almudena y tiene plaza y busto en Santa Cruz de La Palma, me acercó a esa fiesta bárbara -todos los pueblos tienen una válvula de escape a las pasiones primarias- con su afición sincera, con las noticias de sus éxitos y con un curioso regalo que me hizo tras una tarde de triunfo en Las Ventas, donde se encerró con seis toros. El Cossío, una enciclopedia que jamás hubiera comprado de motu proprio, compendia todos los saberes y chismes taurinos, tampoco me dio respuesta a la pregunta que, para La Tarde y para mi coleto, le formulé al diestro garafiano. ¿De qué material están hechos los toreros? La cuestión pendiente adquirió de nuevo actualidad, con la hazaña -¿alguien sabe diferenciar la heroicidad de la locura?- de Juan José Padilla que, después de padecer una grave y escalofriante lesion en octubre de 2011 en Zaragoza, cerró la feria de Olivenza, Badajoz, con dos orejas y salió a hombros por la puerta grande. De verde y oro, con el parche en el ojo vacío y cicatrices en el rostro, cumplió su sueño, pisó el albero “con la responsabilidad que va unida al miedo” y, entre la curiosidad y el morbo de una plaza llena y un previo y caro trajín de reventas, hizo, “lo que sé hacer, lo que puedo hacer y no quiero lástima sino que se me exija como uno más”. La muestra de coraje dejó chicas sus aseadas faenas y los aplausos atronadores, que deseó “que no sean por el parche sino por el trabajo”. Antes de lidiar su primer toro, hizo de tripas corazón al ver como su padre caía redondo con una bajada de azúcar; luego le pudo abrazar y tranquilizar y seguir “con lo suyo”, con decisión y garbo, con coraje y superación como reflejó la crítica. Juan José Padilla (1973), El ciclón de Jerez, tomó la alternativa en Algeciras, con Pedro Castillo como padrino y el Niño de la Taurina, como testigo; no ocupó portadas por sus lidias, honradas y con prurito de estilo, sino por cogidas que, mortales por lo general, respetaron su vida y le dieron la revancha de gloria que hoy les contamos.

En julio de 2001, en Pamplona, un Mihura le enganchó por el cuello a la hora de matar; el 7 de octubre, en Zaragoza, el cuarto de la tarde le corneó en el rostro y le arrancó el ojo izquierdo; todavía en el hospital, afirmó que volvería a los ruedos, “porque esa es mi vida”, y lo cumplió a satisfacción. Por cierto, ¿de qué material están hechos los toreros?