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La ciencia, ese objeto de lujo que nos hará pobres

JUANJO MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

Cada mañana nos despertamos con un nuevo recorte, cada día tenemos que hacer frente a una nueva estrechez y señalar los puntos por donde luego ha de venir la tijera. Incluso, y aunque no sabemos muy bien el motivo, nos mantenemos informados del estado de la bolsa y del nivel de la prima de riesgo como si se tratase del pronóstico del tiempo. En este contexto también debe navegar la ciencia. Señalados por muchos como el bote salvavidas de la crisis, la realidad es bien distinta.

Según se puede leer en una carta abierta al presidente Mariano Rajoy -que ha sido firmada ya por más de 10.000 científicos- “la financiación en I+D se ha recortado en un 4,2% en 2010, en un 7,38% en 2011 y se baraja una reducción del 8,65% este año”. Esto nada tiene que ver con la idea de una sociedad del conocimiento, estandarte que no se cansan de enarbolar algunos de los principales dirigentes políticos del país como solución a esta crisis económica.

Mientras otros países de nuestro entorno se esfuerzan en aumentar la inversión en ciencia y tecnología, España los recorta como si se tratara de un lujo que ya no nos podemos permitir. ¿Es la ciencia una solución a la crisis?, ¿interesa en este país que se hace en los laboratorios?

Existen muchos baremos para mostrar que históricamente España no ha sido un país preocupado por el desarrollo de la ciencia, el más gráfico se fabrica en Suecia. Los premios Nobel son una buena vara de medir de la capacidad científica de este país. En los 111 años de historia de estos galardones, solo dos españoles han sido premiados con esta gran distinción: Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa. Frente a estos dos están los 12 premios Nobel en disciplinas científicas de Italia, 85 de Alemania o los 27 de Francia. Observando el número de premios en literatura, España es mejor con la pluma que con la probeta, ya que tenemos seis escritores que han merecido este honor.

Según José Luis García, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de La Universidad de Lisboa, “los seres humanos siempre hacen cultura, son seres culturales, exteriorizan su identidad a través de la cultura, así que la ciencia es parte de esta cultura. Lo que pasa es que se produjo una separación en el mundo moderno entre la ciencia muy pensada relacionada con la tecnología y una cultura más ligada a la literatura, la filosofía, etc. Hubo una separación grande en esta época entre ambas corrientes pero las dos son expresiones fundamentales de la capacidad cultural del ser humano y en nuestro tiempo es muy importante reunir estas dos capacidades”. El investigador luso advierte del riesgo de seguir insistiendo en esta división entre ciencias y letras que vivimos en la actualidad. “Sería muy peligroso avanzar en una sociedad con una separación entre estos dos sistemas, no podemos olvidar que la ciencia es cultura y si la ciencia no es considerada como tal corremos el riesgo de que ciencia se volviera contra la cultura o al contrario”.

Aunque vivimos rodeados de ciencia y tecnología, en pocas ocasiones reparamos en ello, como si de un camuflaje se tratara, utilizamos los aparatos sin preguntarnos el fundamento, peligros y ventajas de su funcionamiento; encendemos un botón y se produce una reacción. En opinión de José Luis García, este desinterés tiene que ver con ciertas carencias, “como la ciencia es tan importante está siendo politizada, crea problemas nuevos cada día, retos nuevos, al mismo tiempo hay unas carencias en nuestra sociedad que la ciencia no puede responder, más relacionadas con la metafísica o la religión, de ahí el auge de disciplinas pseudocientíficas y de charlatanes que intentan llenar este vacío”.

Otro aspecto que interesa a los sociólogos es la percepción que tenemos los ciudadanos de la ciencia. En estos meses se han puesto en cuestión las inversiones en centros de investigación y grandes instalaciones científicas. ¿Se justifica en estos momentos invertir en ciencia y tecnología? En opinión del catedrático de Sociología de La Universidad Autónoma de Madrid, “en general esta opinión tiene que ver con la falta de demanda social sobre los asuntos científicos. En estos momentos, no hay mucho interés, los primeros pasos para que esto cambie ya se comenzaron a dar hace unos años y ahora el sistema productivo tiene que rentabilizarlo, en momentos de crisis puede ser más difícil o justamente el momento oportuno para buscar fuentes nuevas de productividad al margen del ladrillo, del turismo o de la banca que han sido los que han tirado de la economía en las últimas décadas. Mientras que aquí solo nos preocupa vender otros países solo les interesa innovar”.

Sobre esto, José Luis García opina que “la ciencia es un conocimiento fundamental, un fin en sí mismo, la ciencia no es un lujo en una situación de crisis como la nuestra, la cultura y la ciencia son parte de la identidad de los pueblos”. Aunque también hay un motivo más práctico “la economía de hoy en día está basada en la tecnología y ésta se hace con la ciencia, por lo tanto quien mejor haga ciencia, más capacidad tendrá para generar tecnología”.
La historia de Canarias está jalonada de intentos de establecer grandes economías que se han ido cayendo con el paso de los años: la caña de azúcar, la cochinilla, el vino o, más recientemente, el ladrillo. El turismo y el plátano están ahora pasando por unos tiempos difíciles, ¿será la ciencia y la tecnología la solución definitiva?