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La cruz del barrio fue recuperada días después de la riada de 1957

Concha recibe a DIARIO DE AVISOS en su casa, en la que guarda todos los elementos de la cruz. | C. BORJA (ACFI PRESS)

EUGENIA PAIZ | Breña Alta

Concha Hernández Afonso, una mujer mayor, animosa y dinámica vecina de El Llanito, donde nació y creció y donde aún reside, es la más estrecha colaborada de Raico Hernández, un empresario de la zona de 35 años de edad que, como ella, nació y creció en el barrio, donde intenta salir adelante con su negocio familiar, que regenta junto Héctor, uno de sus cinco hermanos.

Ambos se reunieron hace cuatro años para recuperar una tradición local que se extinguió tras la riada de 1957, pero que ahora luce, cada 3 de mayo, con un esplendor inusitado y que se ha ganado a pulso un lugar destacado en el recorrido de las cruces del municipio de Breña Alta, el de mayor tradición crucera de la isla de la Palma.

Concha, que recibe a DIARIO DE AVISOS en su casa -al pie de la carretera de El Llanito- junto a su hija, recuerda como “la cruz se enramaba en casa, en esta habitación, hasta que Juan Capote construyó el garaje que está ahí enfrente… Pero luego corrió el barranco y se llevó la cruz y se lo llevó todo”. “La cruz la encontramos días más tarde sujeta a un rosal en el cauce del barranco y la guardaron unas personas mayores de aquí, del barrio”.

Rito anual

Allí permaneció durante años, los mismos en los que el incansable trabajo para recuperar el barrio dejó en un segundo plano fiestas y celebraciones. El armazón de la cruz llegó hace cuatro años a casa de Concha Hernández, que desde esa fecha y semanas antes del enrame abre sus puertas a gentes de todo el barrio que quieren ceder por unos días sus “prendas de oro” a la mayordoma y sumarse al rito fraguado en medio de un vínculo vecinal que se mezcla con trabajos de soldadura, de olor a madera, recogida de semillas y flores, de correspondencia verbal de una casa a otra, de idas y venidas, de noches de trabajo y niños que incordian y a los que “hay que dar que hacer para que nos dejen terminar”.

Raico va cada año a casa de Concha semanas antes del día de la celebración de las cruces y allí “me tiene durante horas en el salón”, cuenta la propia Concha, “explicándome sus ideas”. Concha, siempre paciente, lo escucha “a veces durante horas explicándome diseños e ideas dentro de una caja de cartón y que yo a veces no termino de entender”.