... y no es broma >

La fiesta de la lluvia > Conrado Flores

Dicen que no hay manera más efectiva de olvidar un dolor que con otro nuevo. Tanto es así que, teniendo encima una de las peores crisis económicas de la historia, la actual situación de sequía extrema ha conseguido que miremos al cielo en lugar de al bolsillo. Los meses van pasando y sigue sin caer ni una gota. Según los expertos, estamos ante el invierno más seco en 70 años y tampoco hay previsiones de lluvia para las próximas semanas. El anticiclón de las Azores está como pegado en el mapa meteorológico y no hay quien lo despegue de ahí. Cada día nos levantamos con el ritual de abrir la ventana y mirar hacia arriba para comprobar si alguna nube perdida da la impresión de traer algo de agua en su interior.

Llegados a este punto, quizás debiéramos recuperar la tradición ancestral de la danza de la lluvia, una antiguo rito celebrado por numerosas culturas de todo el mundo. Es especialmente conocida la de los de los indios norteamericanos pero ya se realizaba incluso en el antiguo Egipto. Los guanches tenían su propio dios de la lluvia, Achuhucanac, y los mayas hasta realizaban sacrificios de niños para invocar al suyo, llamado Chaac. Yo no llegaría tan lejos pero es evidente que no perdemos nada por echarnos un par de bailoteos sobre el Llano de Ucanca. O la Plaza de la Candelaria, que lo mismo da. Podría ser una iniciativa festiva que organizada por el Cabildo de Tenerife, una especie de Rain Parade, Calima Party o algo así. ¿Por qué no? Medio archipiélago está viviendo entre rinitis alérgica, afonías, estornudos, gripes crónicas, conjuntivitis y flemas, no tenemos nada que perder. Nos citamos en algún lugar simbólico y, a ritmo de percusión, todos comenzamos a bailar concentrados en como la lluvia cae sobre nuestras cabezas. Y si no termina por llover, al menos habremos pasado un par de horas todos juntos, dando brincos y ataviados con pieles y plumas, en lugar de viendo la tele.

Ya estamos tardando. Nuestra Fiesta de la lluvia podría ser de interés turístico internacional. Además, daría pie a una gran campaña de sensibilización respecto a la importancia de nuestro bien más preciado: el agua. Creo que deberíamos dejar de hablar tanto del “oro negro” y pensar un poco más en el transparente. Nos va la vida en ello.