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La hora de los zombis>Jorge Bethencourt

La pandemia del paro, del despido que ha afectado a cientos de miles de españoles, nos ha demostrado que mientras unos mueren en las aguas, devorados por los tiburones de la banca o de la recesión, otros sobreviven en una balsa construida con nuestros cuerpos.

Desde que comenzó este apocalipsis laboral, los gobiernos de toda la Unión Europea han estado más pendientes de salvar el culo de sus bancas nacionales, es decir el suyo propio, que el de sus ciudadanos. Escondidos tras el discurso de la defensa del Estado del Bienestar, han cogido el dinero de nuestros impuestos para proteger la deuda pública que habían contraído otros gobiernos irresponsables. Para protegerse ellos y proteger su futuro. Para defender a la casta.

El gobierno socialista, que liquidó el superávit de la Hacienda española en dos años, decidió subir la imposición indirecta.

El gobierno popular, un año y medio después, tomó la decisión de subir más los impuestos a las rentas de todos los trabajadores. Al final todos recurren a la misma tabla de salvación que está en el bolsillo de los contribuyentes. La huelga general de ayer no representa a los cinco millones y medio de zombis que miran con los ojos vacíos de esperanza el presente. Están muertos en vida para el mercado laboral.

Ni el gobierno, ni las patronales, ni los sindicatos, les piensan defender. Dejar de ordeñar a los trabajadores y a las pequeñas y medianas empresas sería una buena medida para incentivar el empleo. Abaratar los despidos, a corto plazo, producirá mas zombis, de la misma forma que en el agua estancada surge el musgo. Pero las víctimas solo son un penoso daño colateral para los que flotan en la balsa de nuestros cuerpos. Los que no han sido despedidos de hoy para mañana. Los que no dependen de vender más o menos. Los que no se angustian porque hoy no ha entrado nadie a comprar en la tienda. Los que no sudan porque este mes, al parecer, no nos podrán pagar hasta mediados. Si. Los banqueros y los capitalistas. Sí. Los futbolistas y artistas multimillonarios. Sí. Pero también esos otros, de hoy y de ayer, que subsisten como la cochinilla en la penca, discretamente instalados en la complacencia de un sueldo seguro y vitalicio.

Esos que viven en otro planeta donde se puede encargar un cuadro de 82.000 euros del expresidente del Parlamento José Bono, pagado con el sudor de nuestra frente. No se han enterado que se inventó la fotografía.

Twitter @JLBethencourt