Bienmesabe >

La mosca > Miguel L. Tejera Jordán

La mosca blanca ataca de nuevo. Ha recobrado fuerzas y se ceba con brío en árboles y plantas. Vuelve a ser visible en la foresta urbana de Santa Cruz y ya origina legiones algodonosas que terminan por asfixiar todo lo verde que encuentran a su paso.

Hace años irrumpió en los parques y jardines de la capital y de otras muchas poblaciones de Tenerife, así como en urbanizaciones turísticas del sur de la isla. Realmente nunca se le ha llegado a erradicar. Pero sí que se le tuvo fuertemente controlada, gracias a un singular esfuerzo en la limpieza mecánica de los árboles por parte de operarios que trabajaron muy duro para frenar su avance. Recuerdo perfectamente a los trabajadores manipulando mangueras a presión en horas de la noche y madrugada en muchos puntos de la ciudad. La “represión” de la mosca blanca con cañones de agua se realizaba en horas nocturnas por razones obvias, es decir, para no mojar a los viandantes con los potentes chorros dirigidos a los troncos, las ramas y las hojas de la foresta, así como a los arbustos, plantas y flores ornamentales de los jardines.

Entonces, hace unos ocho a diez años, se desató una dura batalla contra este hemíptero que coloniza todo lo verde que se tropieza a su paso y acaba impidiendo la fotosíntesis, haciendo que los árboles mueran irremediablemente, si no se actúa pronto. Y lo que observo, con pesar, es que no se está actuando desde ya mismo. No hay movimiento en los parques y plazas de la ciudad, ni en las demás superficies verdes.

Me comentan los técnicos que la falta de lluvia incide de manera muy negativa en la expansión de esta epidemia. Pero siendo cierto que la falta de precipitaciones y los calores del mediodía ayudan a que la mosca se multiplique por millones, no lo es menos que desde el Ayuntamiento parecen cruzados de brazos. Y resulta urgente que se dé el paso. Se necesita retomar la batalla contra la mosca cueste lo que cueste, si queremos conservar el legado verde que hemos recibido del pasado. Realmente, me sorprende que muchos ambientalistas y defensores de la naturaleza, que tantas veces se manifiestan a favor de los laureles de Indias, por ejemplo, no hayan abierto la boca para denunciar lo que pasa. Quienes se llegaron a encadenar a los laureles de Indias en San Andrés, para evitar su tala por parte de la contrata que trabaja para la promotora de Las Huertas, parece que han hecho mutis por el foro. Cuando los que están en peligro ahora mismo no son los laureles de San Andrés, sino todos los de Santa Cruz, empezando por los de la avenida de Anaga, que forman parte de nuestro patrimonio paisajístico desde hace tantísimos años.

Los ciudadanos somos conscientes de que la situación económica del Ayuntamiento no es boyante, pero la lucha contra la aleurodicus dispersus R. es absolutamente obligatoria e indispensable, si queremos que nuestra capital no se quede huérfana de tantos árboles, flores y plantas como las que pueblan nuestros parques y jardines. Sería muy malo para Santa Cruz que nuestros árboles fenecieran ante un enemigo de tal voracidad como el que arruinó, en el sur, centenares de fanegadas de plataneras. Es un lujo que no nos podemos permitir. Si no hay dinero para frenar la guerra que nos declara la mosca, que lo busquen.

Poner coto a esta plaga (ya que no se la puede erradicar del todo) debería ser una completa prioridad en la agenda del alcalde.