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La razón de la calle > Jorge Bethencourt

La calle empieza a calentarse. No podía ser de otra manera en un país que ha mandado ya al paro y a la desesperación a cinco millones de personas, a miles de jóvenes sin salida profesional, a miles de familias al borde de la pobreza. Y mientras el Banco Central Europeo vierte otros quinientos mil millones de euros en los bolsillos de la banca, para seguir apalancando la deuda soberana de los endeudados gobiernos de la eurozona, la sociedad sigue viviendo una glaciación económica.
El discurso del Gobierno de Rajoy es que para mantener los niveles de servicios del Estado de Bienestar hay que asumir sacrificios. No le falta razón, lo que le falla no es el verbo sino el sujeto. Hasta hoy los sacrificios han caído como las lenguas de fuego de una plaga bíblica sobre los trabajadores y empresarios de este país, a los que le han subido los impuestos indirectos (todo lo que compramos) y los impuestos y cargas fiscales sobre el trabajo y la empresa (todo lo que ganamos). Nos han empobrecido. La milonga de la austeridad de los gestores públicos ha caído demolida por las cifras del déficit de 2011. No pueden ser austeros quienes se gastaron 95.000 millones más de lo que tenían en caja. Y en esa orquesta todos, de todos los colores políticos tocaron la trompeta.

Solo los más ciegos pueden negarse a ver que el discurso entre luchar contra el déficit y activar el crecimiento económico está superado. Ambas cosas son imprescindibles. No se puede seguir aumentando la deuda que nos desangra ni se puede permitir un enfriamiento económico que nos lleve a tasas de paro y destrucción social inimaginables. ¿Y eso cómo se hace? Pues solo cabe una reasignación radical de los escasos recursos del presupuesto. Las administraciones públicas no han hecho más que hablar de austeridad y no cumplirla. El 8,5 por ciento de déficit es una bofetada al discurso hueco de los sacrificios.

La gente está cabreada. Y con razón. Porque de alguna manera va calando que las víctimas son siempre las mismas. Que las pequeñas empresas caen y la banca prospera. Que las estructuras de los costos operativos del Estado, esa burocracia que nada tiene que ver con los servicios públicos esenciales, siguen intactas. Los recursos se agotan tan rápido como las excusas. En la calle no se arregla nada, pero la gente no ha salido porque sí, la han echado a la calle. Literalmente.

Twitter @JLBethencourt