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Lecturas poselectorales > Leopoldo Fernández

Los resultados electorales de Andalucía y Asturias dan para varias lecturas, aunque quizás la que mejor resume el domingo político es aquella que atribuye al PP el fracaso en sus objetivos de gobernar ambas comunidades. Lo hará en el Principado, con Cascos como líder, pero su idea era encabezar el futuro Gobierno y se queda como estaba: con los mismos diputados y con el exministro al frente, pese a que perdió tres escaños. El PSOE resiste, incluso es el primero en votos y escaños en Asturias, recupera parte del terreno perdido, aunque seguirá en la oposición. Pero en Andalucía todo indica que los socialistas continuarán otros cuatro años en el Poder, aunque deberán pagar un alto precio a IU, no en vano esta formación ha doblado sus escaños -recogiendo sin duda el desencanto de muchos votantes de izquierdas-, para poder mantenerse en el Gobierno. Ganó Arenas, sí, pero su victoria es pírrica, amarga, y no se reflejará en el cambio pregonado -también necesario para regenerar la vida pública tras 30 años de imperio socialista clientelar- desde las filas populares y desde casi todas las encuestas. Al PSOE estos resultados le salvan la cara y le estimulan cara al futuro: “Son un balón de oxígeno” ha dicho su número dos nacional, Elena Valenciano-, y es verdad porque en otro caso habrían perdido todo el poder autonómico, salvo en Canarias, donde lo comparten con CC. Arenas ha sido incapaz de capitalizar los reiterados escándalos y corrupciones de la Junta andaluza e incluso su partido ha perdido más de 250.000 votos en comparación con las elecciones generales, lo que probablemente apunte a su jubilación anticipada. Tras cuatro fracasos consecutivos en las urnas -fracaso es ganar sólo tres diputados y realizar una campaña electoral lamentable, negando lo evidente e incidiendo en esa especie de señoritismo andaluz tan denostado por sus adversarios y por parte de sus seguidores-, pocas salidas le quedan al vicesecretario general del PP. En Andalucía, y también en Asturias por líos de familia política, han fallado los votantes y los candidatos, aunque los resultados tengan mucho que ver con los ajustes, las reformas y los miedos a nuevos recortes y tiempos más que duros. Visto lo visto, Griñán acertó al separar estas elecciones de las generales para no quemarse con Rubalcaba, que tendrá que aguantarle pese a que no se llevan bien tras la apuesta del líder andaluz por Carme Chacón. Al desencanto del PP quizás le venga bien una cura de humildad, pero sería malo que el Gobierno se arrugara ante las responsabilidades que le aguardan y la necesidad imperiosa de adoptar medidas impopulares, pese a la huelga general del jueves.