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Para el presidente Rivero > Leopoldo Fernández

Respetado presidente: Tiene bien probado su amor a Canarias, su preocupación por el presente y el futuro de las Islas y su lucha en favor de los intereses de las gentes de esta tierra, en especial parados y desfavorecidos. Ocurre que no siempre coinciden los buenos propósitos y la dura realidad. Basta echar un vistazo a sus ojeras para adivinar sus desvelos e inquietudes por las malas noticias que diariamente le asedian. Sé que no desmaya, que trata de cambiar como puede el sesgo de los acontecimientos, pero a veces da la impresión de que está mal asesorado o que -por decirlo en expresión vulgar- los árboles no le dejan ver el bosque. Me refiero en concreto al asunto de la exploración de petróleo en aguas jurisdiccionales y/o territoriales españolas situadas relativamente cerca de las costas canarias. Hoy recibe usted al presidente de Repsol y poco después comparece en el Parlamento para hablar sobre esta cuestión. A juzgar por lo que manifestó ayer en Teide Radio-Onda Cero, da la impresión de que va a estar contundente, incluso beligerante, en defensa de los intereses de Canarias. Es lo que se espera de usted, faltaría más. Pero una cosa es la protección de los bienes y las potenciales utilidades para el Archipiélago de las riquezas del subsuelo marino y otra el uso de ese argumento para desatar un enfrentamiento con el Gobierno del Estado y con la citada compañía. Nada bueno se obtiene nunca -menos aún cuando se es la parte débil del problema- en una porfía perturbadora. Cuando los cocineros disputan, el asado se quema, dice un aforismo chino, y puede que en este caso Canarias abrase sus relaciones con el Gobierno del Estado e incluso con dicha empresa petrolera si no usa la mesura y la prudencia al afrontar el problema. Ni Madríz ni Repsol son enemigos de los canarios. Los partidos que sostienen al Gobierno autonómico, y los situados en la oposición, deberían buscar soluciones en vez de culpables, puntos de encuentro en vez de disensos. Ninguna disposición legal vigente otorga derechos a Canarias sobre la exploración del petróleo en las aguas de marras, aunque las Islas deben ser exigentes y tratar de beneficiarse en caso de explotación de ese recurso. Buscarle los tres pies al gato por la vía contenciosa o constitucional contra el Ejecutivo del Estado y Repsol, o tratar de imponer un impuesto disuasorio, parece un dislate de consecuencias impredecibles y que en nada va a beneficiar a Canarias. Si acaso, endurecerá el diferendo y complicará las ya difíciles relaciones entre las partes. ¿No le parece -y termino- que el interés nacional, el canario, la solidaridad y el pragmatismo deben pasar por aguas de concordia?