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Parálisis > Alfonso González Jerez

En un foro organizado por medios de comunicación, y celebrado en Gran Canaria, Paulino Rivero enarbola una defensa de la intervención de los poderes públicos en la economía y defiende, un tanto abstrusamente, que se debe recortar presupuestos no en los servicios sociales, sino “en la gestión”. Hombre, no se va a recortar presupuestos en las rotondas de circulación. Pocas horas antes o después, ya no controlo, el presidente del Gobierno, encerrado en la caverna de Intereconomía, les aseguró a los australophitecus ahí presentes que “este país no aguanta este modelo subsidiado y pasivo”, otra reflexión de perfume nigromántico que tampoco alcanzo a entender, y que es todavía más incomprensible si uno recuerda que el Gobierno autonómico, sensatamente, se esfuerza en reclamar a Mariano Rajoy y su equipo que no destroce presupuestariamente a Canarias en el proyecto de cuentas públicas que remitirá al Congreso de los Diputados a finales de mes. Luego don Paulino insistió agónicamente en lo de la rehabilitación de la planta hotelera y tal, aunque a estas alturas Rivero recuerda en exceso a Juana la Loca arrastrando el cuerpo de Felipe el Hermoso de acá para allá, exaltando su adónico cadáver. “¿No es precioso este plan renove para nuestras zonas turísticas? ¿Cómo dice? ¿Qué ya apesta un poco? Pero si es lo más bonito y gentil que se puede encontrar…”

Hace media eternidad, cuando todavía era vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno regional, le pregunté a Adán Martín qué podría ocurrir si la Unión Europea terminaba encallando y el euro resultaba una catástrofe por el empeño desaforado en construir la casa común empezando por el tejado monetario. Martín acogió la pregunta con cierto asombro y me dijo que cualquier cosa era posible, pero que la Unión Europea, como proyecto político y económico, era más segura “que cualquier banco que puedes imaginarte”. “Europa puede equivocarse, pero Europa sabrá corregir sus errores, porque se la juega, y nosotros con ella”. Si, cualquier cosa puede ocurrir, y eso es precisamente lo que ha ocurrido: en virtud de una crisis financiera globalizada se ha hundido la construcción y se ha evaporado la inversión pública, los dos principales motores de la economía canaria, y ningún milagro los volverá a poner en marcha en los próximos lustros. Esta situación es evidente desde hace más de tres años y, sin embargo, nadie parece metabolizarla: ni el Gobierno autonómico, ni los partidos políticos, ni las organizaciones empresariales, ni los sindicatos mayoritarios asumen la nueva y espeluznante realidad. Las contradicciones en el discurso de Paulino Rivero son sintomáticas, pero no ilustran solamente su posición personal y política, sino la de todo un establishment que ignora lo que ocurrirá pasado mañana y repite como plegarias vacías la fraseología de un tiempo que quedó definitivamente atrás. Muy pronto estos mantras ya serán perfectamente insignificantes y la realidad se tomará, como siempre, su debida venganza.