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Pequeños amaneceres > Rafael Muñoz Abad

Documentales de leones y monos para dormir la siesta. Más allá de las habituales filmaciones dedicadas a captar la naturaleza animal, recuerdo con especial interés una serie que recogía las singulares vacaciones de algún escolar francés en Mauritania; compartiendo con otros niños labores y responsabilidades que en su Francia natal hubiesen convertido a sus padres en el objetivo del sensacionalismo de a pie; acabando imputados delante de un juez bajo la acusación de explotación y maltrato infantil. Le petit Louis llegó a Mauritania en un vuelo de Marsella a Atar y de ahí al medievo de Chinguetti. Con el sol aún soñoliento su día a día despertaba recogiendo forraje; después tocaba el pastoreo de dromedarios y ordeñar cabras; para, entre dunas, enterrar la jornada vagabundeando por los vastos espacios arenosos del interior. Y es que ir al colegio fue mera anécdota. Lo que para él fue una experiencia difícilmente olvidable, para su amigo, a sus diez años convertido ya en hombre, es un inexcusable deber diario con su familia; descansando sobre sus frágiles hombros muchas responsabilidades adultas que nos harían rasgar las vestiduras en este infantil y sobreprotegido primer mundo. El ser humano gusta de repetir pecados y en África da muestra de algunas de sus más crueles versiones. Las infancias amputadas a golpe de machetazo en Ruanda o Sierra Leona buena fe de ello dan cuando se vuelven a revivir bajo el surrealista discurso del carnicero de turno; y esta vez le toca a un tal Joseph Kony. El advenimiento de estos líderes encumbrados como guías morales del MTLCA o, lo que es lo mismo, movimiento de turno para la liberación de cualquier arrabal, esconde a perturbados cuyo discurso es una loca mezcla del culto al kalashnikov; lecturas manipuladas de la Biblia; tribalismo; violencia, y un cóctel de admiración o resentimiento por sus predecesores que les hace creerse portadores de la verdad. Los crímenes de Kony ya alcanzan cotas similares a los de Idi Amín. Un circo del horror donde la especialidad es asesinar, reclutar, secuestrar y violar menores por un ejército cuyas filas las engrosan niños soldados. Decía el Frente Revolucionario Unido de Sierra Leona que los críos eran los mejores combatientes ya que tienen el gatillo fácil. Sin comentarios. Kony es un digno sucesor de Mobutu o Taylor. Viejas recetas con igual proceder. Un sanguinario en el Corazón de las Tinieblas que diría Conrad. Su figura está tan manchada de sangre como cargada de un aura de misterio. Se le ha calificado como una especie de señor de la guerra; un líder espiritual o étnico adorado por una milicia que con una fe ciega en sus mandamientos sigue sus azarosas decisiones; para otros, es un sádico reyezuelo de la jungla; en resumidas cuentas y en sus propias palabras: un iluminado por la magia negra. La denuncia de la asociación Invisible Children (niños invisibles) clama para que se pongan fin a sus atrocidades cometidas en el anonimato de la espesura; para que se le capture y se le siente en el Tribunal internacional y sea juzgado por crímenes contra la humanidad. Ser niño en África es complejo. Pequeños amaneceres con atardeceres inciertos.

*Centro de Estudios Africanos de la ULL
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